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Rusia se movió cuando alguien lo empujó. Ignorando la sensación, se enterró más en las mantas, solo para que lo pincharan por segunda vez. Apartó la mano ofensora de un manotazo, solo para que regresara de nuevo. Con una maldición en voz baja, abrió un ojo para poder agarrar la muñeca de quienquiera que se atreviera a molestarlo. La mano se apartó, seguida de una risa reveladora. 

- América, ser temprano.

- Tienes que despertar, dude. En serio, nos lo vamos a perder.

Cuando Rusia gruñó, pero no se movió, Estados Unidos lo empujó de nuevo. - América.

- Presente y contabilizado.

- ¿Ver mi tubería?

- Al lado de la cama. En serio, dude, las naciones normales tienen luces nocturnas y osos de peluche, ya sabes.

- Recógerlo.

- Realmente no tenemos tiempo para esto. - América murmuró, pero Rusia sintió que la cama se movía y escuchó un suave roce de metal contra la madera. - 'Kay, lo tengo. ¿Ahora qué?

- Golpearte.

- Apuesto a que podría romperlo muy fácilmente...

Rusia suspiró antes de finalmente sentarse y mirar a la nación más joven que, a pesar de toda su experiencia científica, aparentemente no entendía la noción de desfase horario. Sostenía su tubería con ambas manos, una rodilla sobre la cama, todavía vestido con su pijama pero con sus lentes puestos.

- Nos lo vamos a perder si no te levantas.

- ¿Qué perderemos?

- La primera nevada.

- ¿Nieve? ¿despertarme para ver nieve? América, yo ver suficiente nieve.

- Esta no es cualquier nevada. Es la primera nevada de la temporada. Es especial. Quiero compartirla contigo.

- Tu odiar frío.

- Traeremos mantas.

(...)

Así, se mantuvieron abajo acurrucados, media hora más tarde, sentados en el porche delantero de la casa de América y viendo cómo los copos blancos caían perezosamente al suelo. - ¿Ves? ¿No te dije que esto era especial? - América le sonrió, antes de acurrucarse más cerca, envolviendo las mantas con más fuerza.

Quizás fue la alegría de la otra nación, pero el momento parecía genuinamente especial. La nevada parecía extremadamente suave, y las tierras generalmente ruidosas silenciadas por su mera existencia. Sacó una mano del capullo de mantas para cepillar con sus dedos el cabello dorado como el trigo del americano, y se detuvo cuando sintió que estaba más frío de lo que debería.

- Estar bastante helado. - Rusia se acercó a su oído para susurrar.

- Mmm...- Él emitió un suave tarareo, antes de mirar por el rabillo de sus ojos con una leve sonrisa. - Entonces, mantenme caliente. - Él desafió.

Rusia se rió entre dientes, la mano alrededor de la cintura de Estados Unidos apretándose. En su lugar, los dedos que acariciaban su cabello ahuecaron la parte posterior de su cabeza y lo atrajeron para besarlo. Los labios se movieron sin prisa uno contra el otro, antes de que sus lenguas se deslizaran, tocándose y jugando. La atmósfera apacible parecía influir en ellos, y sus movimientos permanecieron lentos y perezosos. América se arrastró sobre su pecho, rozando sus pezones a través de la tela de su camisa de pijama, sin demorarse.

Rusia movió la mano en su cintura hacia abajo, deslizándose bajo el dobladillo de sus pantalones de chándal y calzoncillos, los dedos acariciando la piel de su coxis, sumergiéndose en el pliegue de sus nalgas juguetonamente. América gimió en el beso, con la mano libre agarrando su cuello. Movió su propia mano hacia abajo, los dedos se extendieron mientras pasaban por su estómago y se deslizaban sobre su ingle.

Rusame (traducción)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora