Recupero bruscamente la conciencia al abrir los ojos, otra vez, muy desorientada. Si bien en esta ocasión no demoro más que unos segundos en aterrizar forzosamente sobre la que es mi actual realidad desde hace algunas horas.
«Creo que empiezo a agarrarle el truco a esta nueva rutina que me obliga constantemente a recuperar el sentido tras un desmayo», concluyo con amargura dentro de mi cabeza antes de que mi iniciativa suicida ocupe el podio en mis pensamientos. «Un minuto, se suponía que no volvería a despertar por lo menos hasta mi próxima reencarnación. ¿O acaso...?»
Examino el panorama que se cierne ante mí y dudo con incertidumbre. «No, es imposible que el infierno esté lleno del aire viciado que pulula en la zona industrial del sureste de Baltimore.»
Cierro los ojos con pesar por mi misión fallida. «Ni un suicidio me puede salir bien.»
Intento pegarme un manotazo en la frente a raíz de mi frustración, así descubro que esta vez sí me encuentro maniatada a una incómoda silla de madera, andamiaje que me orilla a mantener una posición erguida para no sufrir una engorrosa contracción muscular.
Percibo un ligero ardor en mis muñecas al entrar en contacto con la soga en el momento en que llevo a cabo un infructífero intento por liberarme. «Un volumen de fracaso equivalente al de mi intento de suicidio.»
Sin mucho más por hacer (salvo esperar alguna señal de vida proveniente de mi hospitalario captor) realizo un repaso visual a la habitación en la que me encuentro. A pesar de la oscuridad y de que aún me siento un poco perdida, las docenas de ordenadores repartidos por doquier me brindan una excelente idea sobre cuál podría ser mi localización.
Amigos, es un placer presentarles el laboratorio de computación.
Unas voces discutiendo acaloradamente a mi alrededor captan mi atención de forma instantánea. Gracias a sus características tesituras, sé que se trata de un chico y una chica. Y créanme, soy capaz de reconocerlas a la perfección ya que están peleando a gritos, tan alto que mis tímpanos martillean en una queja conjunta, implorando de rodillas para que por favor se detengan.
—Las cosas no debían pasar de esta manera. Ella tendría que estar haciendo el desafío junto al resto —reclama la tipa con un acento particular que me parece sospechosamente conocido.
«¿Estarán hablando de mí?»
—¡Intentó matarse ingiriendo veneno! ¡Eso tampoco era parte del plan!
«Confirmado: están hablando de mí.»
—¿Y por qué no la dejaste morir entonces? Eventualmente debía ocurrir, ¡daba igual si no lo habíamos planeado de ese modo o no!
La buena noticia es que he probado en carne propia que el arsénico no es tan letal. ¿La mala? ¡Joder, mi cabeza me está matando!
—¡Porque no se me pegó la puta gana!
Incluso si la máscara obstruye un fragmento de su verdadera intensidad, la cercanía de su posición provoca que mis oídos retumben al ritmo de mis sienes palpitantes a causa del estridente sonido. Además, tengo la sensación de que mi pobre cerebro podría llegar a derretirse de un momento a otro hasta convertirse en papilla si los muchachos acá presentes no regulan el tono de su estúpida disputa.
Por tanto, el grito de él sobrepasa el umbral de lo que puedo soportar y, aunque me arrepiento casi de inmediato, soy incapaz de contener el ronco gemido de dolor que escapa de mi garganta.
—Genial, ya despertó.
Estoy demasiado enfocada en intentar disminuir mi sufrimiento para prestarle atención a cualquiera de los dos que haya dicho eso.
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Welcome to Hell
Misterio / SuspensoCuando un grupo de chicos marginados y profundamente resentidos con el sistema educativo desea patentizar su descontento, deciden que su mejor opción es invadir su colegio a hurtadillas durante el fin de semana de la independencia y causar tanto cao...