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Existe una leyenda tan antigua como la historia misma.

Cuando la civilización empezaba a establecer reinos y límites, dos pueblos se alzaron. Lobos y humanos permanecieron limitados por un caudaloso e infinito río. Las bestias se mantenían en el bosque, mientras los humanos creaban su propio reino y dividían los trabajos entre ellos.

El rey (o emperador) de los humanos lideraba con honradez, justicia e imparcialidad. Sus ideales y convicciones habían llevado muy alto a su pueblo. El comercio era muy bien controlado, los pobladores tenían diferentes tareas, las cuales cumplían con mucha responsabilidad, entre las actividades económicas prevalecían la ganadería, la pesca y la agricultura. Un buen balance de recursos naturales y económicos convirtió al pequeño pueblo en uno de los imperios más ricos del país.

Por otro lado, el gran alfa de la manada Jeon lideraba con fuerza, agilidad e imparcialidad. La caza era una de las mejores actividades entre los lobos, todas las familias velaban por su bienestar y la de sus vecinos. Cuando un animal salvaje amenazaba a una de las hembras o a los cachorros, todos salían a defenderlos. No existían riñas dentro de la manada, solo paz y hermandad.

Ambos lados se mantenían en paz con los de su misma especie. Los humanos tenían prohibido internarse en el bosque y los lobos tenían prohibido aparecer en el pueblo. Sin embargo, existía un acuerdo entre ellos. A través de un mediador, el cual podía comunicarse con lobos y humanos gracias al don otorgado por la diosa Luna, ambas especies pactaron que solo existiría un momento donde pudieran unirse.

Los humanos podrían visitar el bosque en tiempos de cacería, siempre y cuando no se excedieran y causaran la extinción de algunas especies. Los lobos tenían prohibido acercarse al pueblo, a menos que fuese de suma importancia. Además, ambos se defenderían mutuamente en caso de ataques o guerras.

El tratado de paz favorecía ambas partes, los mantenía unidos y con tranquilidad.

Sin embargo, cuando el rey y el alfa tuvieron descendencia, todo cambió.

La reina había concebido dos hijos. El mayor de ellos, quien era el sucesor al trono, se llamó Park Chanyeol. Su cabello azabache, mirada inquietante y personalidad firme lo convertían en un digno heredero. Se convirtió en el orgullo de su padre y su educación fue la mejor, aprendiendo todo tipo de artes, historia y ciencias. Un príncipe en toda la extensión de la palabra.

A diferencia suya, el menor de los hijos, cuyo nombre fue Park Jimin, había sido criado de manera muy diferente. Su madre le enseñó todo lo que sabía. La elegancia, la dulzura y habilidad en artes habían sido heredados de ella. Su figura era más delicada, su porte más fino y sus movimientos más suaves. Sus cabellos rubios contrastaban fuertemente con las de su padre y hermano, sus labios carnosos, ojos color miel y cuerpo esbelto lo diferenciaban del mayor. Jimin era el favorito de los reyes, su ternura cautivaba el corazón de pobladores y diplomáticos. Siempre asistía a los bailes y hacía nuevas amistades. Mientras su hermano era criado para ser el próximo rey, Jimin era criado para casarse y unirse a una princesa de los reinos adjuntos.

El rey Park tenía el futuro de sus hijos decidido, algo que Jimin odiaba pues él quería ser el único dueño de su destino.

Por otro lado, en la manada Jeon nació un solo cachorro. Jeon Jungkook era un alfa en toda la extensión de la palabra. La inteligencia, fuerza, valentía y agilidad para la caza, lo hacían el candidato perfecto para ocupar el lugar de su padre. Su pelaje oscuro y sedoso, su gran tamaño y ojos azules hacían delirar a las hembras de la manada. Una vez aceptara el puesto de gran alfa, tendría que unirse a una de las hembras disponibles y tener una descendencia numerosa para asegurar la supervivencia de la manada.

Can you hold me? ; kookmin.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora