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Habrían pasado quince minutos desde que el seminario había dado inicio, y Jaemin comenzaba a fastidiarse. No soportaba escuchar a una persona carente de elocuencia hablar por mucho tiempo, era nefasto y un castigo para sus sentidos. Pero no estaba allí por la charla que se estaba llevando a cabo en el centro del salón. Sus ojos se mantenían furtivamente sobre la cabeza pelinegra y despeinada del muchacho sentado dos filas debajo de la suya.

Desde el día que se habían conocido, había sido inevitable mantener a Jeno bajo una mínima supervisión. Más que todo por su propia comodidad. Por lo que había visto, el chico no tenía ningún tipo de hábito extraordinario ni una vida social extensa. Solía ir acompañado de un grupo ruidoso, siendo Jeno una parte prescindible del mismo. Tampoco había vuelto a verlo cerca del profesor, factor que aliviaba sus preocupaciones más urgentes. Jaemin había estado pensando a profundidad la clase de sentimientos que sentía respecto al mayor, que debía hacer con ellos y porque se sentía amenazado de saber que existía otra persona que tal vez también los compartía.

En definitiva no se trataba de amor; el amor le resultaba un concepto demasiado ridículo, propio de una novela de ficción o de personas que necesitaban darle un tipo de emoción a sus descoloridas vidas y que por consecuencia acababan idealizando a otras personas. No, Jaemin no amaba a su profesor. Lo que él sentía era grotesco, a grandes rasgos, de naturaleza inmoral según el pensamiento popular. Le traía sin cuidado lo que otros pudieran opinar, nada de lo que dijeran le impediría imaginarse estando a la merced del profesor, en la posición más humillante posible, entregando sumisamente su cuerpo para ser tomado de la forma que más complaciera al mayor. Se trataba de un sueño cosechado por años, analizado y repetido en incontables noches, en las que el ferviente deseo no había hecho otra cosa más que aumentar.

En todo el tiempo que llevaba conociendo al profesor Suh, jamás había tenido que preocuparse por otras personas metiéndose en su camino. No se había tropezado con nadie que tuviera la misma inconmensurable admiración, rayando en algo mucho más profundo y profano, que le hiciera sentir amenazado. Por ello es que se encontraba malgastando una tarde del jueves escuchando un seminario que le aburría hasta el cansancio, observando fijamente la espalda de Lee Jeno, su ingenuo rival.

Resultaba una verdadera estupidez que estuviera preocupándose de tal manera por un chico tan ordinario y sin gracia. La diferencia de niveles entre uno y otro era colosal, el punto de comparación casi inexistente. Jaemin no podía explicar cuál era el motor de su inquietud, de donde provenía la gran inseguridad que sentía cada vez que sus ojos caían sobre la figura de Jeno. Fuese cual fuese la naturaleza de sus desbordantes temores, encontraba un ligero consuelo investigando al chico minuciosamente, descubriendo sus hábitos y gustos para hacerse una idea de qué clase de persona era en realidad. La alegría se amplificaba cada vez que se daba cuenta de lo terriblemente insípida que la vida de Jeno podía llegar a ser. Era inferior en la mayoría de los aspectos, no había espacio para dudas.

Resistió unos veinte minutos más del seminario antes de levantarse y escabullirse del salón. No tenía grandes planes para el resto del día, se le ocurría darse una vuelta con Chenle por la sección de vinos en el supermercado más cercano a la institución o encerrarse en su cuarto a probar su última adquisición de sus compañeros de la facultad de química. Cualquiera de las opciones requería que fuera a las residencias, así que sin más, se encaminó hacia los edificios en el otro lado del campus.

Se encontró a un reducido grupo jugando póker en la sala de su dormitorio compartido. Chenle, Jisung, Renjun (su compañero de habitación), Ningning y un chico al que más tarde identificó como Mark.

—Jaemin, que bueno es que nos ilumines con tu presencia —el menor del grupo, con su resaltante cabello teñido de blanco escondido por un gorro de lana, le dirigió una mirada necesitada apenas puso un pie dentro de la habitación—. ¿Te puedo pedir un pequeño favor?

secreto compartido || nominDonde viven las historias. Descúbrelo ahora