Abrí mis ojos. Quizá debió ser el sofocante calor que desprendía con crueldad el techo de mi habitación, o simplemente el murmullo del ventilador avisándome sutilmente que pronto dejaría de funcionar. Como consecuencia, mi cuerpo desvalido se deshidrataba con cada áspera gota de sudor. Apoyé los pies en el suelo y bajé la mirada, seguía justo ahí: el mismo sucio y manchado piso que me acompañaba cada día tras levantarme de mi cama. Con impotencia e ira interior, apreté mis manos y me torturé preguntándome: ¿Qué estoy haciendo? ¿Por qué sigo aquí?
Ayer me prometí que cambiaría, aunque lo mismo dije la semana pasada. ¿Acaso me estoy mintiendo a mí mismo? Inhalé profundamente tratando de consolarme (aunque sin éxito) diciendo que no podría. Nunca podría mentirle a alguien que me conoce tan bien. ¿Acaso el mentiroso es él, haciéndome creer en falsas e inalcanzables promesas? Es mi único amigo; los demás simplemente llegan al afligido sobrenombre de "conocidos".
En realidad, creo que existe una gran distinción entre lo que la gente común tiende a llamar amigos y conocidos. En resumen, un amigo es aquella persona que te busca sin ningún compromiso subyacente y te brinda apoyo aún cuando tú no estás. Por el contrario, los conocidos son todo lo opuesto. Se debe ser sumamente cauteloso y precavido, muchas veces estos tienden a inmiscuirse como una aguja en un pajar. Son profesionales en este arte: colocarse el smokin de "amigo".
Trato de librar un poco de mi desasosiego agonizante leyendo algunos poemas de Charles Bukowski.
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El diario de un hijo de puta
RandomEl protagonista se despierta en una habitación sofocante y se cuestiona su situación actual y por qué sigue allí. Se hace promesas a sí mismo sobre cambiar, pero siente que se está mintiendo. Reflexiona sobre la diferencia entre amigos y conocidos y...