Pueblo pequeño

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El corazón le latía con fuerza, el dolor le era irresistible, como miles y un millón de agujas envenenadas, calentadas al punto de que su piel podría derretirse en un instante. Fuego negro, desesperación, dolor y agonía.

Esto no era... No estaba bien, no era correcto.

No era la clase de poder que se le había prometido, no era para esto que él había... no era así como se supone que sería.

¿Cuál fue la promesa de todas formas?

Estúpido.

De veras creíste que cumplirian su promesa.

Pobre iluso.

Si, había sido iluso pensando que esto podría haber funcionado, pensando que ellos podrían ser algo más que mentirosos, estafadores, tiranos sin un corazón que pudiera sentir compasión o empatía, ¿había cometido un error al pensar en ellos como personas?

No, no eran personas ¿cómo podrían serlo? este dolor, toda esta corrupción no había salido de la nada, esto había sido creado, fue intencional.

El dolor le desgarraba cada músculo, sentía sus huesos tronar y ser desgarrados, hecho pedazos para volver a unirse con fuego, tortura, esto era demasiado, las voces gritaban en su cabeza con cada vez más fuerza, no podía pensar, no podía con todo ese ruido.

No pudiste hacer nada.

Has fallado, a todos les has fallado.

Míranos, sientenos, siente el dolor que tu fracaso provocó.

Vamos a estar aquí eternamente y pronto te unirás a nosotros.

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Sus ojos se abrieron con lentitud, con el amanecer y la luz del sol golpeando su rostro. Su cuerpo no se sentía del todo cómodo, estaba en una superficie dura, picaba un poco cada vez que se movía y las cobijas que lo cubrían eran ásperas, todavía no se acostumbraba incluso después de ya haber pasado cinco días pero era mejor que dormir al aire libre o la cabalgata constante.

Se sentó en la dura cama y observó con serenidad el exterior, era más bonito que la vista alta de su vieja alcoba, podía ver verde del otro lado, haces de luz se filtraban por la ventana de manera hermosa debido a un árbol plantado afuera, era una coincidencia bastante extraña que tapara la luz del exterior pero que aún así siguiera llegando hasta su rostro a esa hora en particular.

Había... algo que debía hacer, estaba casi seguro de ello pero quedarse ahí para ver las mariposas volar cerca era pacifico, bien podía quedarse ahí a verlas revolotear en las flores un par de horas.

- ¡Raizel! - la puerta de la habitación se azotó para abrirse, el hombre de cabello rubio y largo de ojos rojos que tan bien conocía parecía agitado, su excesiva energía pareció desvanecerse hasta la inexistencia - querido sobrino, ¿no ataste a mi caballo en otro lugar que no fuera el establo anoche?

¿Atar a los caballos? Raizel estaba seguro de que lo había hecho, recordaba la yegua de Lascrea, haberla llevado a su lugar y enredar sus cuerdas, ella había llegado cansada al igual que... su tío.

Llamarlo así siempre había sido extraño por varias razones, estaba el hecho de que solía ser un rey, el soberano de la nación que él servía, debido a su deber, no se suponía que fuera tan informal con la familia real, pero su rey nunca había sido formal con ellos, era lo contrario, insistía en que lo llamaran tío.

Ahora que no era más una autoridad para ellos, ¿realmente estaba bien que lo llamara así finalmente, darle gusto a pesar de lo lúgubre que era la situación ayudaría?

SacrificioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora