Capítulo 7: andén 9 ¾ y el tren

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El último mes de Harry con los Dursley no fue divertido. Es cierto que Dudley le tenía miedo y no se quedaba con él en la misma habitación, y que tía Petunia y tío Vernon no lo encerraban en la alacena ni lo obligaban a hacer nada ni le gritaban. En realidad, ni siquiera le dirigían la palabra.
aterrorizados y furiosos, se comportaban como si la silla que Harry ocupaba estuviera vacía.

Aunque aquello significaba una mejora en muchos aspectos, después de un tiempo resultaba un poco deprimente.

Harry se quedaba en su habitación, con su nueva lechuza por compañía. Decidió llamarla Hedwig, un nombre que encontró en una página de "Una historia de la magia". Los libros del colegio eran muy interesantes. Por la noche leía en la cama hasta tarde, mientras Hedwig entraba y salía a su antojo por la ventana abierta. Era una suerte que tía Petunia ya no entrara en la habitación, porque Hedwig llevaba ratones muertos.

Cada noche, antes de dormir, Harry marcaba otro día en la hoja de papel que tenía en la pared, hasta el primero de
septiembre.

El último día de agosto pensó que era mejor hablar con sus tíos para poder ir a la estación de King's Cross, al día siguiente. Así que bajó al salón, donde estaban viendo la televisión. Se aclaró la garganta, para que supieran que estaba allí, y Dudley gritó y salió corriendo.

—Hum… ¿Tío Vernon?

Tío Vernon gruñó, para demostrar que lo escuchaba.

—Necesito estar mañana en King's Cross para… para ir a Hogwarts.

Tío Vernon gruñó otra vez.

—¿Podrías llevarme hasta allí?

Otro gruñido. Harry interpretó que quería decir sí.

—Muchas gracias.

Estaba a punto de volver a subir la escalera, cuando tío Vernon finalmente habló.

—Qué forma curiosa de ir a una escuela de magos, en tren. ¿Las alfombras mágicas estarán todas pinchadas?

Harry no contestó nada.

—¿Y dónde queda ese colegio, de todos modos?

—No lo sé —dijo Harry, dándose cuenta de eso por primera vez. Sacó del bolsillo el billete que Hagrid le había dado—. Tengo que coger el tren que sale del andén nueve y tres cuartos, a las once de la mañana—leyó.

Sus tíos lo miraron asombrados.

—¿Andén qué?— preguntó tía Petunia.

—Nueve y tres cuartos— repitió Harry.

—No digas estupideces —dijo tío Vernon—. No hay ningún andén nueve y tres cuartos.

—Eso dice mi billete.

—Equivocados —dijo tío Vernon—están locos, todos ellos. Ya lo verás. Muy bien,
te llevaremos a King's Cross. De todos modos, tenemos que ir a Londres mañana. Si no, no me molestaría.

—¿Por qué van a Londres? —preguntó Harry, tratando de mantener el tono amistoso.

—Llevamos a Dudley al hospital —gruñó tío Vernon—. Para que le quiten esa maldita cola antes de que vaya a Smeltings.

A la mañana siguiente, Harry se despertó a las cinco, tan emocionado e ilusionado que no pudo volver a dormir. Se levantó y se puso unos pantalones tejanos con la camisa que le habían regalado los Lupin : no quería andar por la estación con su túnica de mago, ya se cambiaría en el tren. Miró otra vez su lista de Hogwarts para estar seguro de que tenía todo lo necesario, se ocupó de meter a Hedwig en su jaula y luego se paseó por la habitación, esperando que los Dursley se levantaran. Dos horas más tarde, el pesado baúl de Harry estaba cargado en el coche de los Dursley y tía
Petunia había hecho que Dudley se sentara con Harry, para poder irse.

Harry Potter y la princesa de Slytherin (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora