Nos habíamos sumergido en un profundo silencio durante el viaje. No me apetecía hablar nada con él, había algo que no me cuadraba en lo que me contó ayer acerca del viaje y eso me causaba desconfianza. Apoyé mi frente en el frío cristal mientras veía coches pasar a nuestro lado, le miré de reojo para detenerme en su aspecto por un momento y sin ser consciente me vi a mí misma comiéndomelo con la mirada. No podía negar que era bastante atractivo, llevaba unos pantalones de traje color azul marino, una camisa blanca con los primeros botones desabrochados, sus mangas estaban remangadas y podía ver la tinta correr por su brazo un poco. Llevaba el cabello caoba despeinado sutilmente, una barba crecida no más de dos días, ojos color azul como el mismísimo mar y sin hablar de las estrellas que habitaban en su cara, alrededor de sus mejillas algo sonrojadas por el frío y nariz. Sí, me refería a sus pequeñas pecas, ayer cuando estuvimos cerca fue imposible no fijarme en ellas, por unos segundos quise contarlas con mis dedos, pero reprimí ese impulso y me sostuve a mirar el techo de la vieja habitación del hostal. Chasqueé la lengua distraídamente y aparté mi mirada con cierto disimulo de él.
—¿Te encuentras bien?—Preguntó casi en un murmullo mientras doblaba hacia la derecha y tomar otro camino.—Estás demasiado callada. Y me das más miedo callada que hablando.—Confiesa con un ápice de diversión en su tono de voz.
—¿Por qué?—Pregunto con cierta sorpresa mientras fijo mi vista color miel sobre él.
—¿Por qué el qué?—Me devuelve confundido mientras aparta la vista de la carretera por unos segundos para mirarme a mí y terminar hundiendo sus cejas pobladas.
—¿Por qué te doy miedo?—Pregunto confundida sin apartar la vista de él.
Él suelta una sonora carcajada en mi dirección y se acaricia la barbilla.—Es una forma de hablar.—Aclara, antes de seguir.—No me das miedo. Solo que sé que esa cabecita tuya no estará pensando en nada bueno.
Le miro ofendida y ruedo los ojos en su dirección.—¿Ahora te metes en la cabeza de la gente para saber qué piensan?—Pregunto de forma arisca mientras me cruzo de brazos y aparto la vista de él.—Pensaba en lo capullo e imbécil que eres. No hace falta que leas mi mente. Ya te lo digo yo y encima gratis.—Digo fingiendo una sonrisa en su dirección.
—¿Se puede saber por qué estás siempre a la defensiva conmigo?—Pregunta mientras agarra el volante con más fuerza de la necesaria.—Deberías relajarte un poco. Fúmate un porro.
¿Me estaba diciendo que fumara hierba? Sí, definitivamente.
Me vuelvo ofendida hacia él cuando veo que estaciona en una gasolinera.—¿Me estás diciendo que me drogue?—Pregunto con cierta molestia e indignación.
—Estás más tiesa que la tabla de planchar de mi abuela Prudencia.—Dice divertido mientras se quita el cinturón.—Y eso que tiene más de 40 años la tabla.—Aclara fijando su vista en mí y escaneándome por completo.—Y técnicamente no es drogarte. Es fumártela.
Voy a contestarle de mala manera cuando de pronto de baja del auto y me deja sola dentro de él. Aprieto mis puños sobre mis muslos y muerdo mi labio inferior con fuerza. ¿Me había llamado tiesa? ¿Qué demonios quería decir?
—¿Piensas venir a desayunar o no?—Me grita desde fuera del auto.
Suelto un pequeño gruñido, cojo mi pequeño bolso y bajo del auto para acompañarle a la pequeña cafetería que había dentro de la gasolinera. Era bastante grande aquella gasolinera, tenía una pequeña tienda de alimentos y al lado una pequeña cafetería. Entro después de Noah y me fijo en como habla con camarero para que nos dé mesa y así poder comer algo. Noah me hace un ademán con la mano a una de las mesas del final de la cafetería, donde se encuentra un gran ventanal que da vista a la parte de fuera. Aprieto mi bolso con fuerza y arrastro mis pies a donde él se encuentra. Tomo asiento ante su atenta mirada, dejo descansar mi pequeño bolso en el asiento de al lado y apoyo mis codos sobre la mesa para después observarlo fijamente. Como si así pudiera descubrir sus secretos más oscuros sobre él. Sus ojos azules me observan fijamente a cada uno de mis movimientos con cautela.
—Perdonen.—Dice aclarándose la voz una mujer no más de unos 40 años. Eso hace que Noah y yo dejemos nuestra rivalidad en las miradas y le prestemos atención a la señora.—¿Saben que quieren tomar ya?—Pregunta incómoda mientras sujeta el bolígrafo junto a su cuaderno de notas.
Noah le sonríe amablemente para después hablar.—Café con leche.
La señora le devuelve la sonrisa complacida y apunta en su cuaderno antes de fijar su vista en mí.—Un batido de chocolate y una dona.
Ella asiente sin la sonrisa en su cara, no como hace escasos segundos y apunta antes de irse a hacer el pedido. Será zorr...
—Tenías razón.—Confiesa mientras saca su teléfono del bolsillo derecho de su pantalón.—Te he mentido.
Arqueo, una ceja confundida, no entendía lo que quería decir. Sabía que había mentido en muchas ocasiones, pero no sabía de la cual estaba hablando y para ser sinceros estaba bastante cansada como para pelear con alguien que no tiene caso.
—Sobre el viaje de ayer.—Dice dejando su teléfono sobre la mesa y levantando la vista hacia mí.—No quería que vinieras. Pero veo que eres muy astuta y lista.—Dice carraspeando su garganta, ahí estaba él. Confesándome todo para ver como perdía la poca paciencia que me quedaba con él y así se regodeaba.
Sentí como la rabia inundaba todo mi cuerpo por segundos, tenía yo razón, Marshall jamás me iba a mentir a mí y él, en cambio, sí. Quería sabotearme, lo sabía perfectamente, pero para su desgracia no le iba a dejar ganar tan fácil. Le mantuve la vista por varios minutos más, iba a hablar, pero la camarera interrumpió trayéndonos el desayuno. Él apartó la vista de mí y se fijó en su café con leche como si fuera la gran cosa. Medité por un momento si él me dijo la verdad porque se sentía mal. Pero era casi imposible.
Muy imposible.
Miré mi batido con una pequeña sonrisa traviesa y después lo cogí con mis pequeñas manos para dirigirme a él.
—Sabía que me mentías.—Dije convencida y con una sonrisa.—Una vez más demuestras lo cerdo y sucio que eres.—Dije mientras me levantaba de mi asiento, me acercaba a él bajo su atenta mirada y dejé caer el interior del batido en su cabeza y ropa.
Escuché como se ponía de pie mientras me giraba a coger mi pequeño bolso y así salir de aquel lugar lo más rápido posible. Pero era tarde, mis piernas flaquearon a última hora y sentí como alguien gruñía mientras me levantaba del piso, para después ponerme sobre sus hombros. Sentía el batido correr por mi sudadera, le pegué en la espalda con mis puños, pero eso no fue suficiente, pataleaba y grité con todas mis fuerzas. No quería estar con él, una punzada en el pecho se me revolvió y sabía que estaba dolida por sus mentiras una vez más.
Paso por al lado de las camareras para dirigirse fuera y vi mi oportunidad para gritar más.—¡Por favor, ayúdenme!—Grité desesperada hacia ellas.—¡Este señor no está bien de la cabeza!— Grité aún más, pero él me bajo a su altura una vez que estábamos fuera y me tapo la boca con su mano. Jadeaba molesto y gruñía. Cerró los ojos por unos segundos y cuando los abrió vi que su mirada se había oscurecido, eso hizo que me hiciera más pequeñita en mi lugar.
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¡Capítulooooo, 5!
Yo creo que Zoe se está metiendo en arenas y terrenos peligrosos. Porque al final no conoces a una persona lo suficiente solo en el trabajo. ¿Qué pensáis?
Besitoooos y dadme mucho apoyo<3333
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Malas Decisiones
Teen FictionZoe Jones solo quería escapar de su oscuro pasado y de sus malas decisiones. Había luchado muchísimo para llegar al puesto en la empresa en el que está a día de hoy. Todo se ve saboteado cuando un intruso aparece en su vida, Noah Müller. Él quería e...