El galopar

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El galopar de su caballo se escucha cada vez más lejano y con él la esperanza de que estaría a mi lado. Resuena el timbre de la alarma en el reloj de pared que tengo a mi lado, este marca las 8:00 pm. Aun no pierdo la fe en encontrarlo ; voy trotando a donde esta Jack, mi gran caballo color marfil para montarlo y empezar a cabalgar en la dirección que escuche el galopar anteriormente, no dejaría perder esta oportunidad.

Un sentimiento de adrenalina recorre mi ser, una mezcla de emociones tan fuertes que me hacen sentir vivo inundan todo dentro de mi haciendo que lo único que pueda escuchar es el latido de mi corazón.

Ya ha pasado más una hora desde que salí en su búsqueda y encontré rastros de huellas en el pasto, están algo frescas. Por lo que se que estoy más cerca de mi meta. Dejo mi caballo atado en un árbol cercano para tener más sigilo y no asustar a quien vine a buscar y logró visualizar a el joven entre los árboles, este se detuvo para descansar y recobrar fuerzas en una pequeña pradera que abarca un muy reducido espacio del bosque en el cual estamos inmersos, su piel oscura capta mi vista al instante; su torso bien formado que relucía a la vista por la ausencia de ropa que tenía el mismo provocó sentimientos más fuertes en mi que los que había sentido horas pasadas.

El sigilo cada vez se me era más difícil ya que me sentía hipnotizado y atraído hacia él como una abeja a la miel por lo que sin más preámbulos salí a su vista. El rostro del muchacho cambió por completo de uno relajado a uno confundido, su mirada me recorrió de arriba a abajo en cuestión de segundos para luego gritar despavorido, he intentar correr a donde está su caballo atado.

Le cierro el paso y él clama por piedad, pero no escucho sus lamentos y empiezo a admirar su cuerpo mientras le clavo mis uñas en sus manos dejándolo presionado en el suelo; me da un poco de pesar perder tal belleza, pero el hambre y el sabor de un cuerpo tan bien cuidado y joven no tiene comparación alguna, menos en estos lugares donde cada vez transitan menos humanos.

Clavo mis dientes en su carne rígida y le doy una muerte rápida mientras disfruto cada ápice de su ser con una calma implacable. Limpio mi rostro ya satisfecho y veo mi obra algo disgustado ya que de aquel apuesto joven solo quedan los restos de lo que alguna vez llegó a ser.

Camino a donde dejé mi caballo, no sin antes liberar al de mi presa para poder descansar en mi hogar en paz. Claro está hasta siempre atento al momento en que vuelva a escuchar nuevamente un galopar y salir a mi cacería.

Cuentos a través de mis sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora