Cicatrices.

Vegetta.

Vegetta era feliz, al menos considerando su vida. No era una persona que socializaba demasiado, él mago estaba encerrado o trabajando la mayor parte de las veces, incluso tenía montones de torretas que atacarían a cualquiera que se acerque con cualquier intención. Pero, Vegetta tenía una razón para ello. Todo se trataba de Karmaland. Además, no podía soportar cúmulos de gritos sin sentido.

Aquel lugar aún si era dónde estaba rodeado de todos sus amigos, también era la causa de mucho de los problemas que tenía el mago. Las veces que había sido la burla de todo el pueblo, estando en el altar, gritos, risas, viendo cómo era usado una y otra vez... Hizo que un trauma estuviera en él. Historia que, hoy, en este lugar, solo Luzu conocía. Pero ahora mismo no sabía nada de él.

Cada noche recordaba, eran memorias que parecían tan vivas, sueños que sentía que una vez más era protagonista. Miedo, sí, él tenía miedo a las bodas. Aquel mago, sabio, un elfo poderoso que algunos temían en meterse con él no podía dormir por esos sucesos. Vegetta estaba lleno de cicatrices en todo su cuerpo, pero ninguna de ellas importaba en su percepción, siempre había sido una forma de ver cómo sus aventuras tenían los mejores recuerdos dónde estuviera. Las que dolían eran las internas.

En la soledad de su torre, en sus construcciones, justo cuándo por las noches estaba en solitario, se ponía a recordar la infinidad de veces en la que solo Luzu estaba para acompañar su llanto y verlo de la forma más vulnerable posible.

No mentía que aún le dolía recordar a Lolito y a Rubius, y aunque de cierta forma él último seguía rondando por acá y le daba cierta nostalgia verlo, el dolor permanecía. Rubius lo quiso por sus riquezas, y Lolito... lo cambió por un auto, le reveló enfrente de todo el mundo que se acostaba con otras personas y fue la burla de todo el pueblo. Para terminar, ante su retirada Rubius y él se casaron con todos los preparativos que hizo Vegetta.

Ahora estaba en isla quesadilla y las cosas era distintas. Tenía a un novio maravilloso que hacía todo por verlo feliz, hasta una estatua gigante de él había hecho con sus propias manos y Vegetta estaba maravillado con eso, en cada detalle, los cambios de bloque para darle una mayor textura, y mejor que nada, simétrico, ¿Foolish era su recompensa por años de sufrimiento? Era muy probable, pero, de igual forma estaba temeroso por su pasado. Los días donde estaba con Leo y él eran los mejores, donde sentía calma, pero, aún entre sus brazos Vegetta tenía miedo.

Incluso las personas en quién más confiaba lo traicionaron.

Él podía recordar sus vidas pasadas, en Karmaland hubo un momento donde juntaron a cada uno de los mejores de cada dimensión, así que aún si sus amigos estaban con él, Vegetta no olvidaba que en su línea sus mejores amigos y expareja tenían una hermandad oscura. Todas las personas en las que Vegetta confiaba eran una traición. Por eso se encerraba en su torre, para evitar ser lastimado.

La gente del Isla Quesadilla le tenía respeto, incluso temían en meterse con su familia, pero, en el fondo no era más que alguien cuidándose. Foolish, él fue inevitable de amar, cada cosa que hacía era una alegría a su corazón, y no podía desear un mejor padre para Leo. Foolish era dulce, atento, un constructor en busca de la perfección, así como él era. Era la persona que deseaba tener.

Cuando pasó lo de la estatua hubo un momento que habló con Maximus, y desde entonces el miedo se hizo parte de él. Casarse, no, de ninguna manera eso volvería a pasar, al menos no ahora, no era la persona estable que desearía ser para Foolish, quería superar su temor, no adentrar a su novio en eso, hacerlo sentir que solo no deseaba estar a su lado.

Foolish era un ser maravilloso con él, pese a que desde el día uno de ser padres de Leo ya saltaba las cosas de Foolish siendo infiel con Mariana, o más bien con media isla, ellos se mantuvieron contra viento y marea, respetándose. No lo negaba, ese tótem era un ángel que llegó a su vida en el momento donde su vida amorosa parecía haberse acabado, pero, no negaba que contraer matrimonio era algo que nunca había pensado. Además, era un tema que debían de hablar ¿No? de esa forma estarían bajo el mismo barco y evitarse hundir por malentendidos... O al menos así había pensado él sabio.