7. El desconocido

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Recomiendo leer los capítulos del 12 al 15 de “Legnas: la profecía II” para refrescar la memoria. Jazlyn y Alexander están en el pasado por lo que hay muchas cosas que en ese momento no sabían.

Alexander:

Mi vida nunca ha sido fácil.

Como humano, morí a una edad temprana y, elegido por la palabra de Dios, pasé el Rito de Iniciación convirtiéndome en un Legna; el príncipe, para ser exactos. A pesar de lo que muchos podrían pensar, pertenecer a la familia real no es una bendición; desde niño pusieron tanta responsabilidad en mí que muchas veces no creí estar a la altura. Aun así, hice todo lo que estuvo en mis manos para superar cada obstáculo, poniendo a prueba mi coraje y ganándome a pulso el estigma de ser el mejor guerrero que ha conocido nuestra raza.

Las cosas empeoraron cuando conocí a Jazlyn. No me malentiendan, ella es lo mejor que me ha pasado jamás, pero, ustedes que me conocen, saben muy bien que desde que nuestros caminos se cruzaron, mi vida se fue al infierno. En muchas ocasiones me vi consumido por la desesperación de no saber qué hacer o cómo avanzar, pues, por más que lo intentaba, terminaba en un callejón sin salida; con demasiadas preguntas y ninguna respuesta.

Jazlyn y, con ella la profecía, me sumió en una vorágine de sucesos cada cual más preocupante, tenebroso, peligroso; sin embargo, me atrevería a decir que, de toda mi vida, la cereza del pastel fue ese momento en que mis ojos se abrieron en aquel manzanar, con la que consideraba, bueno, considero, la chica más hermosa del mundo, apoyada en mis piernas, luciendo tan idéntica, pero tan diferente a la vez. Justo ese momento en que nos dimos cuenta de que, si bien estábamos vivos, nuestros cuerpos no nos pertenecían… Estábamos encerrados en el pasado, dentro de dos criaturas despreciables y obligados a vivir una vida que no queríamos.

Ver como la historia se repetía a pesar de nuestros intentos por evitarla, era desalentador. Lo fue hasta que nos encontramos con un viejo amigo, Sacarías y juro que nunca creí sentirme tan aliviado de verlo como hasta el momento en que atravesó su barrera, con su característico mal humor, dispuesto a echarnos de su propiedad.

Gracias a Dios, no fue tan difícil de convencerlo de que nos escuchara y, luego de hacerlo, se comprometió a ayudarnos, a protegernos y, precisamente por eso, desde hace unos días estamos en su morada, devorándonos los libros en busca de un milagro… Una forma de matar a un Arcángel.

¿Resultados hasta el momento?

No es posible matar a un Arcángel. Solo Dios tiene el poder de hacerlo y yo no lo veo muy dispuesto a ayudar.

—¡Me rindo! —grita Jazlyn, de repente, cerrando el enorme libro apoyado sobre la mesa frente a ella.

El golpe dispersa el polvo adquirido por los largos años sin usarse y ella estornuda sin parar.

—Me duele la cabeza —se queja cuando se recupera—. Esta es la peor tortura y miren que de eso yo se bastante. Tengo un máster en ser víctima de torturas. Lohan O´Sullivan y Cristopher Hostring fueron bastante creativos cuando me tuvieron a su merced.

Un sentimiento para nada agradable se asienta en mi estómago al recordar todo por lo que ha tenido que pasar y que yo no pude protegerla como debía. Es una chica realmente fuerte y valiente, pues pasó de ser una persona normal, con una vida humana a convertirse en una auténtica guerrera; creo que esa es una de las cosas que más me gustan de ella: su coraje.

—La paciencia es una de las mayores virtudes que puede poseer el ser humano, jovencita —comenta Sacarías o Sairus, como prefiere que lo llamen ahora, desde el otro extremo de la habitación sin levantar la mirada del libro.

Jazlyn hace una mueca en su dirección.

—Cuando mis padres me hicieron, se les olvidó echar la cuota que por defecto me tocaba, Sacarías.

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