"Nueva"

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—¡Hermana! ¡Despiertese! Estamos llegando al convento.— la voz del conductor la despertó. La novicia dormía apacible, una pierna doblada y la otra estirada, un pequeño hilo de saliva, y mechones de cabello saliéndose desordenadamente de su cofia.
Parpadeó un par de veces, y un rechinar salió de su boca. Sentándose perezosamente, pasándose los dedos por la cara, percatándose de la saliva seca que tenía en el mentón..

Qué asco.

El conductor la veía por el retrovisor, y rió, pero era una risa más de resignación... O decepción, que de encontrarlo gracioso.

—¿Estas segura de querer venir acá? Son estrictos.— rompió el silencio el hombre mayor, conduciendo. No faltaban ni cinco minutos para llegar.— No te dejarán dormir.—

—Bah. Señor Roberto, no se burle. Anoche no dormí por la emoción.— respondió en un hilo de voz flojo, en medio de un bostezo. Ya se había limpiado la cara, ahora se arreglaba el cabello y aplicaba algo de rimen en sus ojos. Debía dar una excelente buena impresión, pues quien le recibiría sería nada más y nada menos que el Padre de la institución "Gracia Divina". Un tal sacerdote Wolfwood. Y por lo que ha escuchado de él... Da bastante miedo. Todo debía salir perfecto.

—No soy malo. Sólo soy sincero. Te van a comer viva sino te comportas, Edevane.— levantó una ceja. Su tono de voz era severo, pero al mismo tiempo, compasivo. Llamarla por su apellido tal vez le haría entender lo importante (y preocupante) del asunto.

Ella rodó los ojos, pensando en las palabras de Roberto, que le retumbaban una y otra vez. Las palabras de sus compañeras, las que ya habían conocido al Sacerdote... Los nervios que antes no había sentido, ahora se le veían a flor de piel. Su instinto fue tomar entre sus dedos la cruz que le colgaba en el pecho.

Hasta que la vislumbró.

Sus ojos abiertos, redondos como platos, brillaron tintineantes cuando el sol chocó contra la magnífica edificación. Arquitectura gótica en su máximo esplendor, los grandes portones que se abrían delante del auto, dándoles aso la bienvenida al convento. Ella suspiró, sintiendo que el corazón se le saldría por la boca.

—Bonito, ¿No? — rió el mayor, llegando a la entrada del edificio. Afuera estaban de pie el sacerdote y otras monjas. Roberto les salidó desde dentro del auto con un movimiento de cabeza.

____, por otro lado, seguía contemplando lo hermoso del sitio, sus jardines amplios y bien podados, y el como tan lúgubre estructura contrastaba de forma divina con las flores y el sol de la mañana. Se mantuvo embobada hasta que un pequeño frenazo la obligó a despertar de su letargo.
Sacudió la cabeza, sonrió.

—Gracias por haberme traído, señor Roberto. Ha sido usted muy amable.— habló suavemente, viendo al mayor por el retrovisor. El le respondió con una sonrisa igual.

Se bajó, maletas en mano, torpeza presente, pues a trompicones se bajó del carro. ¡Todo tenía que ser perfecto! Y esto no lo estaba siendo. Quizá duró así un minuto, hasta que su cara ardió al sentir la mirada del público sobre ella.

—¡B-Buenos días! Lamento mucho éste inconveniente. ¡Un gusto!— e hizo una pequeña reverencia. Ambas manos sujetando su maleta, que se posaba justo delante de ella.— Espero poder aprender mucho con ustedes. .

—No tienes que preocuparte, querida. A todos nos pasa que los nervios nos ganan a veces. Y seguro con los rumores respecto al Padre, pues, es todavía peor, ¿No es así? — una mujer alta y robusta le había dedicado el primer saludo. ____ la vió, y sonrió, resoplando al sentir un leve alivio.— Soy la hermana Milly Thompson. Es un placer.—

—_____, ______ Edevane.— respondió ella, sin apartar la vista de Milly. Quizá hubiese seguido así, de no ser porque el sacerdote que estaba ahí, de pie, en silencio, tal como una sombra, habló.

—Un gusto tenerla aquí, pequeña señorita... Edevane.— grave y rasposa, el superior dio un par de pasos, colocándose al lado de la monja Thompson. Éste escaneaba sin pudor alguno a la novicia, viéndola de arriba a abajo. El hombre era alto, robusto y de piel morena. Vestido de traje negro, y una cruz colgandole en el pecho, descubierto por la camisa blanca desabotonada. Sus ojos no se veían, pues estaban detrás de unos lentes oscuros.

_____ irremediablemente se sonrojó. Era intimidante, extraño, poco convencional ver así al líder de una iglesia. Su aspecto, su edad, su estilo... Parecía de todo, menos un clérigo.

—Muchas gracias, padre...—

—Nicholas. Nicholas. D. Wolfwood.—se vio interrumpida por él. Éste le extendió la mano en un gesto de forzada cortesía.— Yo personalmente seré tu mentor. La hermana Thompson será quién te de algunas clases y quien te guíe éstos primeros días en el convento. Yo llevo las cátedras eclesiásticas, las monjas dan las cátedras humanísticas tales como lengua, literatura, latín, francés— se explicaba hábil, ella ya había extendido su mano a él, y en respuesta, le dio un leve apretón. La mano del sacerdote era grande, marcada. Las venas se sobresalían ligeramente en algunas partes de su reverso, apostaría que en sus brazos también se veían así...— espero puedas acoplarte pronto a nuestro programa.— finalizó, soltandola.

Edevane más que lucir asustada, se veía curiosa y atenta. Su mirada se paseaba temblorosamente por el rostro del mayor, intentando apreciar sus facciones. Una chispa en sus ojos se había encendido al momento en el que el Sacerdote le tomó la mano, al escucharlo hablar con tan poco interés, en esa postura relajada que solo le hacía lucir todavía más varonil... ¿Que era esto? Ella era una mujer integra, pura. No una que veía éstos detalles en otros hombres, y muchísimo menos en el Padre de un convento de tanto renombre como era "Gracia Divina".

Sacudió la cabeza, el sonrojo tintando ligeramente sus mejillas.

—Gracias por su bienvenida, y por la explicación, padre Wolfwood. Madre Milly.— intentó hablarle a ambos, pero sus ojos no se despegan del hombre. Y él pareció notarlo, pues una sonrisa muy leve elevó una de sus comisuras.

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⏰ Última actualización: May 25, 2023 ⏰

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The Priest's Little Lamb | Wolfwood x reader (español)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora