El silencio gobernaba dentro del mausoleo, dónde hacía unos minutos atrás se habría librado una batalla. Las velas que alumbraban la tumba, se habían apagado o yacían en el suelo manchado de sangre. Y en dónde se hallaba la tumba, una de las sobrevivientes, una hermana de batalla de la orden de "La Santa Madre" se encontraba descansando y examinando su bolter; y mientras su compañera tan solo recogía las velas del piso y las encendía una por una, de forma tranquila e ignorando toda la masacre que había en su alrededor.
Constance: ¿Que es lo que haces?
-Preguntaría la joven.
Agatha: Mi deber. Las velas deben estar encendidas para las vísperas.
-Le respondería a su hermana.
Constance: Me parece que estás excusada de no atender a tu deber hoy.
Agatha: Las he encendido a diario durante 30 años. Esta es la tumba de una santa, debemos de actuar de manera acordé.
-Le replicaria.
Constance: Podrías contarme otra vez la historia de nuestra Martyr.
La hermana Agatha miraría a su compañera y con una sonrisa asentaría con la cabeza.
Agatha: Está todo aquí. Su gloria nos rodea. Este sitio es donde la Martyr, santa Josephine resistió por última vez, acorralada por cuatro bestias del abismo.
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No le quedaba fuerzas ni esperanzas, pero sabía que si no revertia la marea creciente de criaturas en ese momento y lugar, el convento caería. Y así, en sus momentos finales, cuando las bestias le robaron su último aliento, llamo al Emperador para que guiará su mano y el Emperador acudió a su llamada.
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Desde entonces, se ha alzando para proteger al convento cuando sea necesario, habitando la forma auténtica de las Martyres. Para luchar por la causa y erradicar a los enemigos de la fe, y así será por los tiempos de los tiempos. hasta que se vuela a alzarse, mantendré las velas encendidas para iluminar su camino.
Y dime hermana, ¿Que es lo que harás cuando acabe aquí tu cometido?
Constance voltearia a ver las pinturas que adornaban la sala, las observaria detenidamente hasta que tomo valor para responder la pregunta de su hermana.
