Ara

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-El rey Ragnar quiere verla-me informa un vasallo del líder de los clanes del este, que pasa a mis nuevos y más modestos aposentos, que comparto con madre. Prefieren tenernos a ambas juntas y bien vigiladas.
Ella aún está asimilando todo esto, a su manera. Yo de momento sigo en shock.
Cierro los ojos y vuelvo a ver a mi padre, asesinado en su trono sin empatía alguna.
Desearía saber algo del paradero de mis hermanas. Seguramente no hayan sobrevivido, pero debo preguntar, ya no hay nada que pueda perder.
Obedezco las órdenes del nuevo rey con desdén, obteniendo la desaprobación de madre, cuya opinión se le proyecta en sus ojos, que ya solo conocen el terror y la derrota. Sin fe. Sin esperanza.
Me guía el hombre corpulento, pero no tanto como los demás bárbaros, digamos que flacucho en términos normales.
Llegamos al salón del trono, donde este cierra las puertas detrás de mí.
Ragnar está ocupando el sitio en el que solía estar padre. A su lado hay dos generales bárbaros, que parece haber elegido como consejeros, además de un hombre mayor cuya barba gris llega hasta el suelo, cuyos gestos son duros y toscos.
-Querida, empezaba a temer que no vinieses-me dice Ragnar con los brazos abiertos e imitando la forma de hablar tan particular de los nobles, cosa que hace con sarcasmo.
-Ahórrate tus falsos modales. Quiero saber qué coño va a pasar con mi madre y conmigo, querido "Rey Ragnar"-le espeto yo, olvidándome de todo lo que me han ido enseñando a lo largo de mi vida. La educación nunca fue lo mío.
Él se levanta con una mirada temible, pero yo me mantengo en mi rígida postura y desafiándole.
-Tu madre, por lo que dice mi sacerdotisa, ya no es fértil, por lo que no podrá darme hijos. A ella la retendremos en las mazmorras, por si acaso, podría venirnos bien para negociar con su hermano Julius, cuyas islas queremos, y habiendo muerto tu primo y él pronto, el derecho de gobernar en esas islas pasarán a mí, como marido tuyo, ya que serías la siguiente en la línea de sucesión sobre esas tierras, por ser hija de tu madre. En cuanto al tema de tus hermanas perdidas, ¿sabes por casualidad cómo escaparon?-me pregunta él al final, y se extiende aún más la raya negra de los ojos.
-No. ¿Tus hombres no saben buscar o qué?
-Sí saben, no sufras por eso. Les están siguiendo la pista a través del bosque, en dirección Uryal, solo era por si nos podías facilitar la búsqueda. Ya he mandado un pájaro al gobernante bárbaro de esas tierras, un buen amigo de guerra. Tienen las cuatro una orden de detención. Cuando las encontremos, serán todas casadas con nuestros mejores generales bárbaros-me informa Ragnar, y seguido coge la copa dorada de vino y se la bebe entera de un trago.-Oh, perdona, dónde están mis modales. Te estarás preguntando dónde estará tu antiguo prometido, ese cerdo llamado Gustave.
-Me trae sin cuidado qué le haya ocurrido, nunca me cayó bien-respondo cortante.
No sé porqué, pero sigo la mirada de Ragnar, detrás de mí, y ahí, encima de la puerta del salón del trono, cuelgan las cabezas de importantes figuras nobles, entre otras, la de mi padre, Gustave y mi primo Joseph.
No pienso derramar ni una sola lágrima. Si lloro, no pareceré fuerte. Voy a conseguir el trono como sea.
-¿Hemos terminado? No he desayunado aún-comento intentando parecer indiferente.
-Pensé que con esta imagen se te habían quitado las ganas, princesita arrogante-me contesta él.
-Por favor, que tú te marees al ver la sangre que derramas no significa que yo vaya a tener la misma reacción-le digo en la forma más grosera posible. Los tres hombres se empiezan a reír por lo bajo, pero Ragnar ni se inmuta.
-Hay que reconocerlo, tienes huevos al hablarme así-me dice él, lanzándome una mirada que parece más atrayente que temible.
Puag. Será atractivo, mas aún lo es el trono.
-Tú me necesitas más que a nada. Recuerda eso, Ragnar.

Looking for the five princesses (en busca de las cinco princesas)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora