CANASTA

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Ahí va de nuevo; ese pequeño hombrecito y su cabello perfecto, con una canasta llena de manzanas. ¿Qué de interesante tienen las manzanas? Sólo sé que sirven para comerlas, pero él ni las lame.

Pasa de nuevo, con su canasta intacta. Según yo, tiene la misma cantidad de manzanas con las que salió.

Es de noche, de nuevo sale, igual con su tonta canasta.Toca mi timbre.

—¡Buenas noches, Frank!

—Buenas noches.

—Noté que me observabas desde la mañana, ¿pasó algo?

—No, Wally. Solo me llama la atención tu canasta —señalo con mi dedo.

—¿Mi canasta? —dice tranquilo, dando vueltas el objeto para examinarlo—. No veo que tenga agujeros.

—Eso no —indico—. Es porque... ¿Por qué la llevas todo el tiempo?

Alza los hombros, en señal de confusión.

—Ya veo —cruzo mis brazos.

—Bueno, me tengo que ir —gira y se encamina a su casa—. Pensaba que sería algo más serio. 

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