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Ese día el juego era entre el Athletic y FC Barcelona. Gavi, el Golden Boy de hierro que había estado jugado todos los partidos en los que ha estado disponible desde que debutó con el Barça (sólo se perdió dos por lesión y dos por Covid para un total de 61 de 65), tuvo que abandonar la cancha del Camp Nou a la media hora de juego por un golpe que fue fruto de una dura entrada con la rodilla de Dani García que para colmo no se señaló ni con falta. El joven andaluz, que quiso seguir en el campo, tuvo que lanzarse al suelo y ser sustituido por Kessié, pero finalmente terminó por dejar el terreno de juego hacia los vestidores para que pudiera descansar mejor.

Cuando estuvo en los vestidores de inmediato pasó al sanitario a revisar su ropa, pues sentía su short muy húmedo a pesar de haber jugado solo media hora, se bajó la prenda y dio un vistazo rápido para después volver a subirlo porque no había encontrado nada fuera de lo normal, según él. Salió del sanitario y se dirigió al locker donde estaba guardada su ropa, estaba sacando la ropa para cambiarse y repentinamente empezó a sentir dolor en la parte baja del estómago, como si lo estuvieran apuñalando una y otra vez. Era tanto el dolor que sentía que se mordió los labios para no gritar y alarmar otra vez a la gente de su equipo, así que optó por llegar al suelo con cuidado y hacerse bolita para tratar de que el intenso dolor disminuyera.

Varios minutos habían pasado, el dolor iba y venía, e incluso ahora lo sentía al final de su columna vertebral. Sentía que algo se hacía paso desde su interior, dejó caer varias prendas y toallas al suelo, y cuidadosamente fue flexionando sus piernas hasta quedar en el suelo con las piernas lo más separadas posible ya sin ninguna prenda inferior. El dolor volvía a hacerse presente, Pablo rápidamente tomó una de las prendas que había dejado en el suelo y se la llevó a la boca para ahogar el grito que furiosamente buscaba salir de su ser. Una última ola de dolor invadió su joven y pequeño cuerpo y se sintió obligado a pujar y expulsar lo que sea que le estuviera haciendo daño.

Pablo estaba cansado, se sentía mareado y adolorido, incluso le costaba trabajo mantener un ritmo de respiración estable para poder seguir con aquella titánica y dolorosa labor, pero su cuerpo lo exigía seguir pujando con todas las fuerzas que tenía para expulsar el malestar, y, después de varios minutos de dolor y agonía se escuchó el llanto de un recién nacido. Pablo, la joven promesa de España en cuanto a fútbol, no podía creer lo que veía, pues ahí, sobre el montón de toallas y prendas extendidas, había una pequeña humana que todavía seguía conectada a él.

—¡Ayuda! —gritó Pablo en cuanto comprendió la situación en la que se encontraba.

De inmediato entró personal de seguridad, quienes al verlo se acercaron rápidamente a él y otros salieron para darle aviso al director del equipo lo que había pasado con uno de sus jugadores en el vestidor.

—¿Qué dijiste? —preguntó Xavi a un policía que rápidamente le había contado sobre cómo encontraron a Pablo

—¡Que Pablo acaba de tener un bebé justo aquí y ahora! —repitió rápido y en voz baja el oficial.

—Vamos, necesito ver cómo está.

Ambos hombres caminaron hacia el vestidor bajo la atenta mirada de los asistentes y jugadores pero ahora no había tiempo para dar explicaciones a los demás. Al llegar a los vestidores Xavi vio que Pablo lloraba como si fuera el último día de su vida al igual que la bebé que lo acompañaba.

—¿Pablo? —le llamó Xavi—, ¿qué ha pasado? —preguntó con la mirada clavada en la pequeña que no dejaba de llorar y aún seguía cubierta de fluidos corporales.

—Yo... acabo de ...de tener un crío. No sé qué hacer, ayúdame, por favor. Robert no lo sabe y yo tampoco lo sabía hasta ahorita —explicó llorando.

Visitas inesperadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora