PSICÓPATA

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ASUNTO: SEOKJIN

Este niño sería su hallazgo más joven. Su primer sujeto, al que Thomas había llamado Atticus, tenía ocho años cuando fue adoptado. Era un niño superdotado, un imitador nato, con la capacidad de encender y apagar su personalidad como un interruptor de la luz. Era fascinante.

El niño detrás del cristal era mucho más joven. Apenas cuatro años. Estaba acurrucado en un rincón, con los auriculares en los oídos y un grueso libro de bolsillo sobre las rodillas. Era dolorosamente delgado y pálido y tenía el pelo castaño oscuro que le caía sobre unos ojos grandes. A Thomas le dolía. Parecía tan pequeño en la gran habitación, iluminada sólo por la pequeña lámpara que tenía al lado.

Thomas desconfiaba de traer a otro niño tan pronto, pero creyó necesario que el estudio contara con sujetos de distintas edades, para ver cómo se desenvolvía cada uno con las herramientas que les daría.

En un principio, había pensado en adoptar a uno solo, pero todo buen experimento requería contar con un amplio grupo de sujetos. Como Thomas estaba haciendo esto sin el ojo vigilante de una junta de revisión, no podía tener la cantidad de sujetos que le gustaría. Al menos, no sin recurrir a mantener a los chicos bajo llave. Y él no haría eso. Quería que estos chicos pensaran en él como un padre, un confidente, no como un alcaide de prisión. No era un supervillano. Comprendía el potencial que se escondía tras aquel cristal, y sólo funcionaba con paciencia y cuidado.

La puerta detrás de Thomas se abrió y apareció un hombre con el pelo blanco como la nieve y barba. —Dr. George Stryker—, dijo en lugar de un saludo. —Siento haberle hecho esperar.

—Dr. Thomas Mulvaney—, dijo Thomas, tendiéndole la mano.

El anciano médico la estrechó. —Sé quién es usted. Tenemos conocidos comunes. Por eso le he llamado—.

Su proyecto era alto secreto, pero había un pequeño número de personas con los contactos que Thomas necesitaba. Gente que quería que su experimento tuviera éxito para poder recrearlo, y otros que lo observaban, esperando que fracasara. Pero a Thomas no le importaba esa gente. Eran un medio para un fin. Sabía que tenía razón sobre estos chicos. Sus sujetos de investigación.

Sus hijos.

—¿Cómo se llama?— Thomas preguntó, señalando con la cabeza hacia el niño más allá del cristal.

—Según su certificado de nacimiento, Isaías. Pero no responde. No responde a muchas cosas, para ser sincero. Pero teniendo en cuenta cómo lo encontraron, no es de extrañar—.

El ritmo cardíaco de Thomas se aceleró. Esta parte siempre era la más dura: oír hablar de sus pasados, sobre todo cuando tenía que dejarlos atrás. —Cuéntame.

—Lo encontraron durante un control de bienestar de la madre. Ella sufría de esquizofrenia severa. Alucinaciones tanto auditivas como visuales. Pero, durante un tiempo, estuvo estable con su medicación, por lo que se le permitió quedarse con su hijo, pero con supervisión programada durante el primer año de vida para asegurar el cumplimiento de la medicación. Al cabo de un año, dejó de tomar la medicación—.

—¿Y nadie se dio cuenta?—

—No tenía edad para ir al colegio, así que no había nadie que se diera cuenta. Sus vecinos estaban preocupados por su comportamiento, pero ni siquiera sabían que tenía un hijo.—

La mirada de Thomas se desvió hacia el otro médico: —¿Abusaba del niño?—.

Stryker suspiró. —Según los diarios de la mujer, creía que el niño era un mutante—.

—¿Un mutante? ¿Como en los cuentos de hadas irlandeses?— preguntó Thomas, incapaz de mantener la sorpresa en su voz. —¿Pensó que alguien había sustituido a su verdadero hijo por un niño hada?—.

Necessary Evils 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora