Uno puede pasar toda su vida esperando que las cosas salgan como lo desea.
Año tras año planear tu vida, tus días, tu tiempo, tus acciones, y puedes lograr cumplir con la agenda en un cien por cien, puedes incluso hacer que todos muevan su mundo en base a tu plan maestro y es entonces cuando te conviertes en líder. Moviendo gente aquí y allá, haciendo proyectos, mejoras. El mundo es tuyo y no dudarás en conquistarlo todo, porque eso hacen los lideres. Y aunque que en las letras chiquitas del contrato del poder dicen que con él viene una gran responsabilidad (fan de Stan Lee a la vista) no deja muy en claro los términos y condiciones que esa clausula implica: ¿Bien común o escalada a la cima? ¿Democracia o Dictadura? ¿Concientización o Autoritarismo?
El problema está en que como humanos tenemos el margen de error en nuestro ADN esperando ese momento preciso para ocurrir, haciendo que los planes de los líderes fallen, obligándolos a recurrir a un cambio de plan. Es cuando se acaba lo bonito y tienes que recurrir al plan B, o cambiar la estrategia tomando en cuenta los percances que pudieran suceder.
La pegunta en este entonces sería ¿Qué tan listo estás para ese momento?
Pase lo que pase se tiene que entender que no existe la perfección calculada cuando de organismos vivos se trata, más bien hablamos de un conjunto abstracto de virtudes y defectos que nos conllevan a seres únicos en su tipo (a pesar de ser mas de 10 mil billones) y si bien como líder tu misión es la de organizarlos a todos tienes que estar preparado para lo peor, sin desconfiar, sin culpar a otros, sin creerse superior como la señora que se le acaba el mundo porque al restaurante se le acabó la pasta. Sólo tienes que recordar que todo pasa, la vida pasa.