capitulo 1: disculpa

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Después de la sangrienta conclusión de la danza, cuando las llamas de los dragones se extinguieron y los traidores y conspiradores yacían sin vida, sus cabezas separadas de sus cuerpos, la Fortaleza Roja se convirtió en un sombrío recordatorio de la traición. Los cadáveres fueron dispuestos en una macabra exhibición, alineados fuera de las altas murallas como advertencia para aquellos que osaran desafiar el poder de la corona. Los habitantes de la ciudad, desde los más humildes hasta los nobles, se detenían a mirar los rostros pálidos y los ojos vidriosos de los traidores, sus bocas aún abiertas en un grito silencioso de agonía.

Sin embargo, entre los escombros y la sangre, una persona inesperada seguía con vida: la antigua reina, Alicent Hightower. Su cabello rojo, ahora despeinado y manchado, contrastaba con los finos vestidos escarlata que solía lucir en los días de gloria. Los símbolos del dragón de tres cabezas bordados en su ropa parecían burlarse de la tragedia que había asolado los pasillos de la Fortaleza Roja.

La gente murmuraba en los callejones estrechos y en las tabernas polvorientas. ¿Por qué la reina seguía con vida? ¿Por qué no había sido ejecutada junto con los demás traidores? Las teorías se tejían como telarañas en las mentes de los habitantes. Algunos decían que era un acto de clemencia por parte del nuevo rey, Jacaerys. Otros susurraban que había un oscuro pacto entre la reina y los dioses, que su sangre real la protegía de la justicia mortal.

Pero la verdad era más simple la reina Alicent seguía con vida gracias a Lucerys, un joven omega que había sido su protector y confidente durante años. Lucerys, leal y silencioso, había cuidado de ella en las sombras, ocultando su presencia de los demás. Nadie sabía que su amistad estaba creando una brecha entre los hermanos reales. Jacaerys, el nuevo rey, veía a Alicent como una traidora que merecía la muerte. Lucerys, en cambio, la defendía con una pasión que no podía explicar.

Cada mañana, Lucerys entraba en las estancias de la reina con una reverencia respetuosa.

"Buenos días, Ali", murmuraba, y ella sonreía al ver a su "hermoso protector", como solía llamarlo. Lucerys le servía el desayuno, cuidando cada detalle.

"¿No hay tarta de fresas?", preguntaba Alicent, con la petulancia de una niña mimada. Lucerys reía y acariciaba su cabello mientras la peinaba.

"Lamento decepcionarte, reina Alicent. Hoy no podré cuidarte; las sirvientas se encargarán de ti", explicaba con dulzura. Pero Alicent se removía, molesta, apartando las manos de Lucerys.

"¿Por qué no puedo estar contigo en la misma mesa?", preguntaba, desafiante.

"Alicent, sabes que al rey Jacaerys no le gusta", respondía Lucerys, su voz suave como el viento. Pero ella no se rendía.

"Entonces llamaré al rey Viserys", amenazaba, "y el rey Jacaerys no se atreverá a apartarme de tu lado". Lucerys suspiraba, cansado de las locuras de la reina. Le daba un beso en la mejilla y la abrazaba antes de irse, dejándola sola en su habitación lujosa pero fría.

La reina Alicent nunca logró recuperar completamente la cordura desde que perdió todos sus hijos.




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Desde el momento en que Jacaerys propuso el matrimonio, la vida de Lucerys dio un giro completo. Cada día se encontraba inmerso en los preparativos de la boda, que se llevaría a cabo siguiendo las tradiciones valyrias, todo por orden de Jacaerys. Aunque la idea de casarse no era tan emocionante, para el joven omega la situación seguía siendo extraña y abrumadora.

Lucerys recordaba vívidamente cómo solía sentirse avergonzado cuando su hermano mayor le hablaba de temas relacionados con el sexo. Como una persona tímida y reservada, nunca se sintió cómodo discutiendo esos asuntos tan íntimos, y mucho menos imaginó que algún día terminaría casándose.

Los reyes bastardos [Jaceluke]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora