─── ∙ ~εïз~ ∙ ───
MASIEL CIENFUEGOS
Nunca aprovechas tanto una oportunidad como cuando llega el día en que te das cuenta que es la última que tienes.
Retoco frente al espejo roto mi desgastado labial rojo, acomodo mi vestido y cabellos luciendo perfecta para mis ojos. Formo una sonrisa al sentirme guapa después de mucho tiempo y eso me llena por completo.
Por ello estoy dispuesta a hacer tan descarada como para asistir a mi primera cita a ciegas, tengo que moverme rápido si quiero salir victoriosa de todo esto. Solo tengo cinco días para mudarme a la mansión, cinco días que debo aprovechar para encontrar el indicado que me va a sacar de esta miseria que llamo vida.
Miro la hora, tomo la bolsa en mis manos y me marcho tan rápido como puedo por la puerta de la habitación. Al llegar al largo pasillo que expulsa un olor pestilente, observo a los niños jugando en triciclos y mujeres chismeando en las esquinas, los saludo amablemente, estos se vuelven a mi encantados.
En cuanto cruzo el umbral principal doy con la salida, en dónde me encuentro con un Sebastián en traje, agotado y con la respiración entrecortada.
—¿Donde has estado todo este tiempo? ¡Pensé que te había pasado algo! —me cuestiona sin poder respirar.
—Ouh, lo siento. Yo... —señalo detrás de mí, sin saber que decirle.
No puedo explicarle que Dmitri invadió su apartamento, ni tampoco que me raptó para llevarme con mi jefe. No quería preocuparlo en lo absoluto.
—No te preocupes, lo entiendo perfectamente, no quieres ser una carga —suelta un último suspiro y se incorpora—. Ahora veo que estás en perfectas condiciones y puedo tener mi muerte natural, Tania me mataría si se entera de todo esto.
Sonrío.
—No tienes que preocuparte por mi, estaré bien.
Me repara de pies a cabeza.
—¿A dónde vas tan guapa? —eleva una ceja.
—¿Me prestas tu móvil? —sigo mi camino.
—Oh, claro... —me pasa en cuanto me alcanza el paso—. Puedes quedarte con el si quieres, dijiste que habías perdido el que te dió Tania y debes mantenerte en contacto en esta gran ciudad.
—Muchas gracias —le sonrío.
Abro la puerta de un Maserati que se me postra en frente, el que había indicado mi cita que me llevaría hasta donde él en un restaurante desconocido para mí.
—Un momento, ¿qué...? —suena algo confundido.
—Finalmente acepté lo de las citas a ciegas —le susurro con una risilla antes de subirme al auto.
—¡No! —se sorprende—, ¿de verdad?
—Así es, ahora mismo me veré con un doctor, así que necesito el tiempo, chau —me despido cerrando la puerta.

ESTÁS LEYENDO
DOGMA: Atada a él
ChickLitRich tiene una maldición y para librarse de ella necesita casarse. El plan resulta defectuoso cuando se obsesiona por Masiel, su pianista personal con carácter fuerte que no se deja intimidar por sus intentos enfermizos de mantenerla consigo. 🏆Log...