Capítulo 16: Vedado

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Si eres de La Habana, pero de Habana del Este, y lees este libro, seguramente escuchaste o dijiste la frase:

«La Habana es Habana Vieja, Centro Habana, Vedado y Miramar, el resto es áreas verdes.»

O una, casi idéntica, que dice:

«La Habana después del túnel es áreas verdes.»

Y sí, pienso igual que ustedes. Esto es de un regionalismo superlativo. Escuchar a personas decir esto es escuchar a quién no ha ido nunca a un lugar después del túnel y que tampoco tiene muchas luces. Porque utilizar tu ubicación geográfica en un país donde desde una punta hasta la otra todos tienen lo mismos problemas, raya la estupidez.

Aunque evidentemente este regionalismo no es solo a nivel cultural, sino también de la forma en que están distribuidos los recursos. En Habana del Este no existen ni la mitad de las condiciones que hay en lugares como Plaza de la Revolución. En esta zona de la Habana sufrimos de basureros sin limpiar, cosas sin arreglar, apagones sin razón alguna, una escasez de transporte para salir y entrar inmensa, condiciones de viviendas nefastas, policlínicos con pésimos servicios de insumos y tan solo un hospital, al que a penas podemos recurrir, y del cual casi siempre nos remiten al “Calixto García”. Esto último lo sé de primera mano, debido a mi constantes enfermedades.

A estos municipios también les distribuyen menos alimentos y mercancías en general. Hay pocas escuelas para la enseñanza superior, obreros calificados, técnicos medios o universidades. Incluso los cines ,teatros o centros de recreación, se encuentran, la mayoría, en desuso. Y muchísimas carreteras ni siquiera tienen asfalto —en el momento que escribo esto, por ejemplo, la antigua zona 24 de Alamar, sigue sin pavimentar—.

Estas condiciones, y más que seguramente pasé por alto, hacen que la mayoría de los que vivimos después del túnel queramos vivir fuera de este y solo venir a visitar como turistas las playas, que es de lo poco bueno que hay. Por ende es, hasta cierto  punto, comprensible la frase.

Cuando estaba en 4to de primaria mi padre terminó la construcción de su apartamento en el vedado, y cuando lo terminó mi mamá y yo comenzamos a visitarlo algún fin de semana o vacaciones. Lo cual hizo que muchos en mi barrio pensaran que tenía dinero solo por este hecho.

Yo, por mi parte siempre que iba sentía que estaba en otro país. La gente, su rutina de vida, las calles, tiendas y transporte eran totalmente diferente a todo lo que yo conocía.

Me sentía un extraterrestre. Quedaba perpleja con los precios exorbitantes de la vida nocturna, porque en mi zona, la vida nocturna se resumía a ir a un bonche —fiesta clandestina en el apartamento o casa de alguien— o sentarse en las piedras con los del barrio. Y en la época de los negocios particulares ir a algún billar en garajes o cines 3D improvisados. Pero nunca nada parecido a los locales que había en el Vedado.

También destacaban los hoteles de esta zona, porque mientras ellos eran increíbles y lujosos, los de Habana del Este eran, sin animo de ofender, pocilgas, o de plano no existían.

Como mis visitas con amigas se hicieron habituales, mi padre comenzó a llevarnos a “La Select” a ver a “Los Ángeles” —boy band de 3 chicos muy popular en mi adolescencia—, grupo de mi obsesión por aquel entonces.

Obsesión que para mí radicaba, casi en su totalidad, en Siam. Del cual, por razones que no recuerdo, conseguí el número y comencé a enviarle muy vergonzosos mensajes desde el teléfono de mi mamá.

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“Tengo la mejor suerte del mundo pues te pregunté para no ir por gusto y suspendan el concierto. Porfi respóndeme al 052.. y me encantaría que memorizaras el teléfono para no escribirlo más.”

“Me encantaría verte mañana, lástima que no me respondes los sms”

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“…pensándolo bien, para que necesitan promoción si al concierto van miles de fans.”

Estos fueron solo de algunos de los mensajes que les mandé, los cuales transcribí en mi diario, acompañados de una foto pegada con chicles, lo cual era la “brujería” de moda para lograr que tu crush te hiciera caso —spoiler, no sirve—.

Volviendo al tema del apartamento de mi padre he de decir que ir a esa casa sola se convirtió en un suplicio. No podía aguantar las peleas de mis padres, ni encontrar cosas como condones o ropas de niño y mujer escondidos en mi closet.

Debido a mi asma y mi alergia el ambiente en el que dormía debía estar desinfectado y estéril, lo cual nunca fue el caso, puesto que ahí dormía cualquiera que invitaba mi padre. Por lo cual yo también comencé a invitar a mis amigas y amigos. Entre los que destacaban Yoan, cuando me hablaba; Juan Carlos y mi amor de séptimo grado. Con estos últimos hice mi primera pijamada rodeada de chicos.

He de decir que en esta jamás hubo una segunda intención, lo cual quizás contribuyó a que fuera uno de los mejores recuerdos que tengo en esta casa. Unido al día en el que conocí a mi hermano, porque sí, tengo un hermano.

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