Capítulo #35: Cayo Coco

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Después de los carnavales, nos preparamos para irnos para Cayo Coco.

Según teníamos entendido Alexandro iba con nosotros, pero en el ultimo momento mi padre dijo que él no estaba invitado, que ya había cogido demasiadas vacaciones con la familia. Eso solo ocasionó una fuerte pelea entre ellos.

Alexandro se molestó mucho, y empezó una de sus discusiones más fuertes.

—Si tú no vas, yo no quiero ir. Y no le pienso hablar más a mi padre —le dije a Alexandro cuando lo vi entrar en la habitación.

—Si le dejas de hablar a él a mi no me hables más nunca en tu vida —me gruñó. 

Luego de un rato mi padre cambió de opinión respecto a lo de Alexandro y todo quedó en nada.

Ese día nos levantamos a las 5 de la mañana e hicimos un viaje casi infinito para llegar al hotel.

Durante esas vacaciones me tocó con mi papá y la mamá de mi hermano en la misma habitación. Lo cual hizo bastante incomoda la estancia.

Aprovechaba el internet del lugar para hablar con mi abuela, tía y familiares de Italia. Los extrañaba muchísimo.

Al tercer día Alexandro se enfermó, no paraba de vomitar, así que yo decidí convertirme en su enfermera y pasar el resto de las vacaciones a su lado.

Al cuarto día regresamos a casa y yo me tuve que pasar tres semanas más en provincia, fue eterno.

Mi hermano estaba enfermo y Alexandro venía poco porque estaba entretenido conociendo a una chica. Lo único divertido de esos días era cuando me contaba con lujo de detalles cómo le había ido con ella, incluso me narró cosas que hicieron cuando se acostaron, algunas de ellas que repetí años después cuando dejé de ser virgen.

Por otro lado, en La Habana, Arle y Junior comenzaron a salir juntos. Ellos habían estado antes de yo conocerla, pero actualmente ella estaba al tanto de lo sucedido con él.

Luego de eso Arle se disculpó y no pienso mentirles, me dolió, sentí que no pertenecía a ningún lugar una vez más, pero no le guardé rencor. Todos estaban haciendo su vida y yo estaba lejos.

No podía visitar a nadie porque mi papá apenas me dejaba salir, me tenía secuestrada y torturada con visitar a su familia.

Por suerte, el infierno acabó y, realmente, los últimos días fueron bastante buenos. Caminamos Cienfuegos con Alexandro, visitamos un complejo de piscinas llamado “Los Laureles” y escuchamos música hasta las dos de la mañana.

Al volver a mi vida normal mi padre me invitó a una casa en la playa a la que no fui. En agosto visité a la madre de Arle en el hospital cuando estuvo ingresada, pasé muchos días hablando con Mirtha y su novio hasta noche, visité a Sara y salimos juntas.

Adoraba pasar tiempo con mis amigas, pocas personas me entendían, y entienden, tanto como ellas.

Pero como ya saben, la felicidad no es para siempre. Al acabar las vacaciones me tocó levantarme el primer día a las 4 de la mañana e ir a la parada de ruteros en Alamar que iban directo al Vedado.

Me debía levantar temprano para irme con el primer chofer y no llegar tarde al pree.

Ese día en la cola había un chico delgado y trigueño fumando, cruzamos miradas y yo deseé fervientemente que se sentará a mi lado durante el viaje… y lo logré.

Al llegar el rutero subí y me senté, a mi lado un asiento vacío. Él venía con dos adultos y aunque fingí que no le prestaba atención, creo que mi energía lo atrajo.

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