𝗦𝘂𝗻𝗼𝗼

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[...] Sunoo supo de repente por qué le gustaba tanto, a pesar de que acababa de conocerla. No era él, era el zorro que llevaba dentro. El zorro que le decía que fuera a atrapar a ese lindo conejito que tenía delante, que corriera tras esa frágil criatura y jugara con ella antes de devorarla entera. Era el zorro que había en él el que encontraba un interés casi sádico en ver las manos de su nueva vecina temblar de miedo, sus orejas crisparse entre sus mechones de pelo y su cola agitarse bajo el enorme jersey que la cubría. Todo se debía a esa horrible zorra, la misma que nunca haría que su vida fuera normal. Y era por ella que uno de sus instintos más primarios acababa de despertar en algún lugar profundo de su interior.

El chico guapo sólo tenía un deseo. Bueno, tenía varios. Quería atormentarla, ver qué bonito sonido podía hacer esa boquita mientras le tiraba de las orejas. Quería pillarla en la curva de un callejón, ver si echaba a correr, si se escabullía como un conejo. Quería ver si arrugaba la nariz con disgusto o placer cuando él la acorralaba, una cara de falsa simpatía, diciéndole lo mala conejita que había sido, haciendo que su depredador corriera una y otra vez. Quería ver un brillo en sus ojos grandes y redondos cuando le dijera que sólo tenía un deseo: devorarla.

Y mientras su guapa vecina de al lado había introducido el código de su apartamento, entrando a toda prisa, huyendo de su depredador, el zorro sólo tenía un deseo. Sunoo sólo tenía un deseo, y era cazar.

[...]

𝙀𝙣𝙝𝙮𝙥𝙚𝙣 𝙎𝙢𝙪𝙩Donde viven las historias. Descúbrelo ahora