5: Ojos marrones

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Capítulo 5

Ojos marrones

Cinco años atrás

Miércoles, 12 de Octubre; 2:11 a.m.

—¡Liv! ¡Liv, despiértate!

Me levanto con los ojos entrecerrados a altas horas de la madrugada. Esta tarde habíamos tenido un partido bastante agotador, y mi cuerpo me pedía con ansias nada más tocar el colchón de nuestra habitación que cerrara los ojos y me desconectara de todo lo que me rodeara. Pero ahora Audrey me está despertando repentinamente, y no puedo estar más molesta.

—¿Qué es lo que quieres?—Le pregunté volviendo a cerrar los ojos al ver que era ella la que me estaba despertando.

—Pues, no sé...—Dijo con un tono irónico.—Tal vez que empieces a vestirte porque los chicos están a punto de venir a recogernos.

Fruncí las cejas al entender que todo esto se trataba de aquella estúpida fiesta.

—¡Déjame dormir!

De repente dejo de escuchar sonoridad, y aquello me extraña bastante. Al volver a abrir mis ojos puedo percatarme del rostro entristecido de mi mejor amiga. Ese que pone con morritos para suplicarme algo de lo que rotundamente me niego a hacer. Y aunque me cuesta reconocerlo, su táctica, como siempre, está funcionando.

—Hazlo por mí.—Le oí decir.

Irritada por saber que estoy cayendo en su trampa, me levanto decidida para ir directamente hacia mi maleta y de esta manera poder ver qué ponerme. Audrey es mi mejor amiga, y si realmente quiere que le acompañe a una fiesta, no me queda más remedio que hacerlo.

—Te odio tanto.—Le dije mientras decidía qué conjunto ponerme.

—Yo también te quiero, Liv.—Me contestó volviendo a usar su ironía.

Debido a las prisas que Audrey me mete y la indecisión que me provoca qué vestido ponerme finalmente tardo una hora en el baño. Lo cual le hace estar muriéndose de nervios a mi mejor amiga, que tiene miedo de que el coche pase de largo al ver que todavía no estamos listas.

—¡Por el amor de dios, Olivia! ¿Quieres salir ya del baño?—Exclamó desesperada.

—¡Que ya salgo!—Le contesté.—Joder, que impaciente...

Al abrirse la puerta del baño, dejo verme vestida con una falda de cuadros, una sudadera color gris pastel y unas convers blancas. He optado por ponerme algo sencillo y para salir de fiesta, pero específicamente para una con un grupo minoritario de personas.

Me detengo y veo como está vestida Auds: Lleva lencería blanca en la parte de arriba, unos vaqueros negros ajustados y unas vans básicas. Su estilo muy distinto al mío, como siempre. Ella tira más por lo atrevido y yo más por lo sencillo.

—¿Estás de broma?—Le oí decir a Audrey mientras me dirigía a por mi bolso.

Giro mi cabeza en su dirección para poder mirarla fijamente.

—¿Ahora qué pasa?—Arqueé una ceja.

Auds se limita a sentarse en el borde del colchón de mi cama y a cruzarse de brazos para manifestar lo molesta que se encuentra. Seguido de esto, comienza a mover sus labios, sin llegar siquiera a pasar unos cinco segundos.

—Vamos a una fiesta, tía. No a una entrevista de trabajo.

Aquel comentario hace que me paralice y me de la vuelta, haciendo que quedemos frente a frente. No es la primera vez que Audrey dice algo así, pero por alguna razón, esta vez decido abrir un poco más mis oídos.

—Es que sabes que a mis padres no les gusta que...

—¿Están aquí tus padres?—Dice interrumpiéndome y dirigiéndose a su maleta.

Carialegre, comienza a desordenar cada una de las prendas que se encontraban ya dobladas en su equipaje. Y al encontrar aliviada el conjunto que tanto buscaba, se da la vuelta y me lo entrega con una sonrisa más grande que nunca.

—Toca ser libre, pajarito mío, y también entrar al baño para probarte esto.—Enunció mientras me entregaba otro outfit.

Sé que su estilo es bastante distinto al mío y que no suelo vestirme con las prendas que logro ver que hay sobre sus manos, pero es solo una noche y no pasará nada por divertirme un poco, supongo.

No tardo mucho en terminar de vestirme ya que ya estaba maquillada y lista. Esta vez llevo puesta una lencería de color negra y tan atrevida que puede llegar a confundirse con un sujetador la cual está decorada con una tela oscura y transparente a su alrededor. Por otro lado, he reemplazado la falda de cuadros por una corta y negra que es de cuero. Acompañada de unos tacones del mismo color.

Me miro al espejo y no me reconozco, pero no le doy mucha importancia porque los pitidos del coche de los chicos acaba de sonar.

—¿Son ellos?—Le pregunté a Audrey que fue directa a asomarse a la ventana para comprobarlo.

—¡Sí, son ellos! Vámonos ya.

Estoy tan nerviosa que no puedo acelerar mis pasos por si piso mal y me caigo con los tacones puestos. Acabo de cerrar la puerta principal con delicadeza y ahora me encuentro bajando junto con las demás chicas de mi equipo.

¿Y si nos pilla el entrenador? ¿Y si algo acaba saliendo mal? Me es inevitable no sobrepensar las cosas ya que no estoy acostumbrada a tanta adrenalina repentina. Pero lo que sí no puedo negar, es que esta sensación de libertad en una adolescente se siente increíble.

Al terminar de bajar las escaleras que nos llevan a la puerta principal del lugar, esperamos a que Halle, la capitana del equipo, la abra y, de esta manera, podamos salir del hotel.

Al hacerlo, podemos contemplar los tres coches familiares que se encuentran frente a nosotras. Dos negros y uno gris. Como no vamos a caber todas en uno, nos dividimos y entramos en cada coche haciendo grupitos.

Al entrar dentro, maldigo a mi mejor amiga por haberme hecho sentarme en el asiento del medio. Y mientras me mantengo de brazos cruzados, noto finalmente cómo unos ojos marrones y penetrantes observan los míos desde el retrovisor interior. Esos mismos que lo hacen desde el asiento de copiloto.

Cuando me percato de que aquel chico alto, blanco y de pelo castaño no para de analizar mi mirada, me doy cuenta de que a pesar de ello, de saber que le estoy mirando, no detiene este repentino contacto visual avergonzado. Al contrario de ello, me regala una sonrisa pícara, como diciéndome que no se arrepiente de verme.

Esto, claramente, provoca una sonrisa en mi rostro también. Y a pesar de que comienzo a tener un sentimiento en el que la timidez está presente, no aparto mis ojos tampoco. Porque no sé por qué, no quiero dejar de mirarle todavía.

—¿Quién es él?—Me oye Audrey preguntarla.

Ella se dedica a sonreír al insinuar lo que está ocurriendo y clava su atención en mi nuevo interés.

—Es Noah White—Me contesta al segundo.—. Juega de escolta en el equipo de baloncesto de nuestro instituto.

Nada más terminar de oír a mi mejor amiga hablar me quedo anonada. Y no solo por la belleza de sus ojos, sino que también por no entender cómo no me había fijado en él antes.

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