Caballo de Troya

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Miraba la puerta de su hogar sin ninguna expresión en su rostro, sumida en sus propios pensamientos dañinos. Aquella situación le parecía inverosímil, un acontecimiento que nunca hubiera esperado que le pasara a ella, que presumía de tener muy buena memoria.

Se fijó el ramo de flores fresco en el suelo, tirado de cualquier manera cuando Inuyasha salió por la puerta como un energúmeno. A su espalda, escuchó un suspiro aburrido obligándola a moverse. Koga, de quien se había olvidado por completo, observaba la misma parte de la casa con unos ojos cansados y culpables.

—No pensaba que sería tan posesivo con los años —dijo con voz quebrada. Nunca había visto tan enfadado a Inuyasha y parecía que él pensaba lo mismo—. ¿No puedo acércame a ti después de los años de amistad?

—No es posesivo —se obligó a corregir mientras recogía las flores en el suelo—. Si hubiera sido otro día, en otro momento, no reaccionaría así —agregó, parpadeando con rapidez para que las lágrimas acumuladas en sus ojos, no cayeran por sus mejillas—. Pero he estado muy estresada y... —hipó acurrucándose en el suelo con las flores atesoradas en su pecho.

—Esa bestia se merece una paliza —recuperando la compostura, su amigo se agachó y se sentó a su lado—. ¿Cómo puede pensar que tú y yo tendríamos algo?

—Porque siempre has insistido en que me raptarías y me enamorarías —comenzó sin levantar la cabeza. Él hizo una mueca culpable—o porque te ha encontrado saliendo de nuestra habitación ataviado con solo tu típico taparrabos lobuno el día de nuestro aniversario.

—¿Vuestro qué? —preguntó quitándose la prenda como si quemara mostrando la fea herida que ella misma le había curado.

—Hoy hace tres años que nos casamos —dijo aspirando por su nariz taponada— y lo había olvidado por completo.

—Pero es solo un malentendido —habló él, intentando calmarla—. Él conoce a mi compañera. ¿Cómo voy a ponerme en peligro por tener una aventura contigo?

—Realmente quería hacer algo especial —suspiró ella—. Llevo meses saliendo al amanecer y llegando pasada la media noche. Nuestra relación se ha resentido por eso.

—Es tu trabajo de sacerdotisa. ¿Cuándo él desaparecía por días, no lo esperabas?

Por un momento, ambos se quedaron en silencio, observando el vacío de aquella pequeña estancia. Kagome volvió a sumirse en sus pensamientos, perdida en aquel remolino de culpabilidad y tristeza. Sintiéndose cobarde, no tuvo fuerzas de levantarse e ir tras él para explicarle que aquello había sido un malentendido. Y es que, aquella explosión celosa también la había sorprendido a ella, diferenciándose de los celos adolescentes durante la búsqueda de la perla. Unos ojos dolidos, una voz desgarrada y dura que le ordenaba no buscarlo, asegurándole desaparecer de su vida.

Se sentía una cobarde porque no quería averiguar porque Inuyasha no confiaba en ella. No quería saber si aquello era una tontería o algo más profundo que no podía arreglarse con solo unas disculpas.

Cobarde, porque no quería perderlo.

—Nunca has sido una cobarde, Kagome —dijo Koga sorprendiéndola—. Y no lo vas a perder. Sois la pareja más cabezota que he conocido. Os separasteis por tres años y volvisteis a uniros —agregó apretando el hombro, dándole apoyo—. Que el miedo no acabe con lo que el destino a unido.

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Apoyó su espalda contra el árbol sagrado, donde se había subido al punto más alto para no ser encontrado. Sentía los pulmones arder, una sensación parecida a cuando Sesshomaru le atravesó el pecho años antes. Le costaba respirar, le ardía el esófago al exhalar por la boca y los ojos escocían irritados por las gruesas lágrimas que intentaba retener. Hacía años que no se sentía tan enfadado, tan desesperado y tan decepcionado a la vez.

InuKag Week 2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora