Sonrisa

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Kagome le sonrió de vuelta, dulce y tranquila, dirigiéndole ese gesto solo a él.

En ese momento, InuYasha se percató que ella era una persona que sonreía a todas horas. Desde que la vio sonreír por primera vez, no podía dejar de observar a la joven cada vez que hacía aquel gesto, porque había descubierto que era capaz de poner una sonrisa diferente según la situación.

Cuando estaba nerviosa, tenía una sonrisa torcida, que no iba acorde con los ojos. Esa sonrisa, por norma general, iba acompañada de alguna mentira piadosa que ella era incapaz de contradecir. Era la misma sonrisa, que dejaba entrever cada vez que sus amigos del futuro querían saber más de él o cuando Koga decidía que aquel día debía conquistarla con más ahínco.

También sonreía cuando estaba enfadada. Aquel gesto, que parecía contradictorio y más bien sacado de una película de terror, lo conoció poco después de conocerla a ella. No podía evitar recordar aquella cara desfigurada por la ira contenida mientras vociferaba el conjuro del collar cuando la vio, de forma accidental, mientras se bañaba. Esa sonrisa mostraba un lado macabro que no creía que ella misma supiera, pero estaba seguro de que sería capaz de asustar al mejor de los demonios.

A la mente le vino la primera vez que la vio sonrojada. No recordaba por qué, sin embargo, veía con claridad una Kagome con las mejillas teñidas de rojo que poco a poco parecía expandirse por todo el rostro. Una sonrisa, muy diferente a las otras dos, que desprendía una calidez aturdidora, consiguiendo que más de uno se enamorara de ella o la pretendiera.

La había visto, además, reírse a carcajada limpia mientras hablaba con sus compañeros de viaje. El sonido de su risa, fresca y alegre, rompía las barreras hurañas que el mismo había construido, permitiéndole sentir una calidez inusual a su alrededor. Cuando Kagome reía alegre, todo a su alrededor parecía ser más ameno y feliz.

Pero también sonreía cuando estaba triste. Aquel día, cuando ella le prometió permanecer a su lado sin importar las consecuencias, le mostró aquella sonrisa triste, enmarcada por unos ojos hinchados y rojos del llanto. En ese momento, ni el mismo era capaz de ver la tristeza que emanaban sus palabras, el sentimiento derrotista que la joven, con tan solo quince años, había experimentado. Tampoco es que él fuera muy empático, pero aquella imagen de la joven observándolo con cariño enmarcada esa sonrisa fingida, procurando que él no sintiera su dolor, se le quedó en la retina. Se prometió a sí mismo procurar que aquel gesto no volviera a aparecer en su rostro, aunque moviera cielo y tierra por conseguirlo.

En cambio, debía reconocer que le encantaba la sonrisa que siempre mostraba cuando estaba excitada. Aunque Kagome sabía esconder mejor los sentimientos que él mismo, había descubierto el simple gesto que hacía con los labios, mordiéndose el inferior y sonriendo, de manera muy tenue, además de observarlo con una mirada hambrienta. Las veces en las que sus encuentros nocturnos eran buscados por ella, siempre hacía aquel gesto inconsciente, otorgándole un aire sensual que derrotaba todas sus defensas.

Esa sonrisa, era sin duda, una de sus favoritas.

Aun así, existía una que podía vencer a todas las demás, una que, cuando la vio por primera vez, consiguió enamorarlo más si podía. El gesto que siempre hacían sus labios cuando se curvaban en una felicidad extrema. Una sonrisa que podía diferenciar de cuando reía a carcajadas porque se le iluminaba el rostro. La primera vez que la vio fue cuando su hija nació. Después de las horas de agonía y nervios por el parto, Kagome parecía estar a punto de morir de cansancio y de dolor, sin embargo, cuando le enseñaron a Moroha por primera vez, aquella sonrisa que apareció sin previo aviso, eliminando los restos de cansancio y dolor.

Él volvió a enamorarse de ella en aquel instante, más si podía.

Por último, estaba la sonrisa que le mostraba en ese instante. Una sonrisa discreta, alegre y feliz que marcaba la madurez de su rostro, junto a algunas líneas de expresión que se habían formado cerca de los ojos y de la comisura de los labios. Ese gesto que le decía todo lo que con palabras no salía, desde un "te amo" hasta un "estoy aquí para ti".

Él nunca había sido bueno con las palabras y le aturdía que alguien se expresara con efusividad hacia su persona. Aceptaba el contacto íntimo con su pareja, pero no podía gestionar las abundancias de besos, abrazos o de palabras románticas. Ella, que era una persona más expresiva, había aprendido a tener en cuenta aquella situación y, buscando la manera, había conseguido expresarse con esos gestos para que él la entendiera.

Esos gestos eran un inicio de un lenguaje sin palabras que ambos habían desarrollado con el paso del tiempo. Ella entendía sus gestos, sus gruñidos y sus miradas y le contestaba con diferentes sonrisas, que le daban pistas sobre sus pensamientos y sentimientos. Ello había reafirmado Kagome como su mejor amiga, su amante más delicada y la persona más importante de su mundo.

Por ello, cuando le regalaba aquellas sonrisas, que solo eran para él, se sentía mucho más cerca de ella, como si también fuera la persona más importante para su mundo.

Fin.

¡Conseguido!

Ha sido duro y algo caótico la verdad, pero al final he conseguido llegar al último día sin mayor problema. Ha sido una experiencia divertida y agradable pero también intensa de narices xD. Ahora, con más tiempo, me pondré a leer todas las historias que no he podido seguir pero que tengo un montón de ganas. Con suerte nos veremos más pronto que tarde.

Ahora, los agradecimientos:

Muchas gracias a VanessaMartinez07558 Yuleidys8509 aruma79 NatahliRuizHernandez DevillusionG Lobita_14 IceFenix1 MelanieOrellano5 y FannySakine por vuestro apoyo y por haber dejado constancia de vuestra visita. Gracias por darle una oportunidad.

Por último, pero no menos importante, gracias a las chicas de InuYasha Fanfic de Facebook y las organizadoras de la inukagweek de este año, ha sido un placer participar en ello.

¡Nos vemos en los bares!


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⏰ Última actualización: Jun 04, 2023 ⏰

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