Fuego interior (+18)

42 4 0
                                    

Aviso a Navegantes, fic con contenido no apto para todos los públicos (lemon). Leer bajo vuestra responsabilidad.

-.*-.*-.*

Acarició su piel suave con las yemas de sus dedos, erizándole el vello de la nuca. Sonrió pícara, al ver la mirada desesperada de él, conteniendo las ganas de romper las cuerdas y tirarla de espaldas a la cama.

Pero sabía que sí lo hacía, se acababa el juego.

Después de volver del concierto de su hermano, la vitalidad de Kagome había menguado de manera considerable, sin embargo, ella tenía un plan. Un plan infalible que le vino a la mente después de llevar casi un mes sin tener intimidad con su pareja.

Aquello era imperdonable.

Por ello, había preparado al detalle aquel día, sabiendo que sería el único en el que ambos podrían tener un momento a solas. Además, su madre le había asegurado que tendrían la casa para ellos solos, para que pudieran disfrutar de una velada romántica a sus anchas. Pero, cuando llegaron a su casa, con la bolsa cargada de todo tipo de ungüentos, observó que, como siempre, nada salía como imaginaba.

Su hermano se había traído a toda su banda de música para practicar en la parte de atrás del templo y también conseguir que más gente fuera a verlos. Entendería a su hermano si su pasión fuera la música, pero el muy tunante solo le interesaba ligarse a la chica del violín. La mirada acongojada de su madre, que era su pinche en aquel rocambolesco plan, acabó por dinamitar sus ilusiones de tener una noche romántica y por qué no decirlo, de acción, con su marido.

Sin embargo, su futura cuñada, porque se había ganado el derecho en ese momento, le dio la clave. Vestirse con un cosplay.

Así es como vistió a su marido con ropa de su hermano y ella misma con ropa de un personaje de videojuego que no sabía quién era, pero que su vestimenta le quedaba como un guante. Ver la reacción de InuYasha cuando se percató de su cambio, fue la guinda que le faltaba para decidirse y hacer un último intento por el bien de su vida sexual.

Y salió a las mil maravillas.

Habían llegado a un hotel cerca del recinto de conciertos, por lo que aún se podían escuchar algunos grupos que seguían tocando. Aun así, ella no tenía intención de perder el tiempo escuchando más covers.

Se lanzó hacia su marido y devoró sus labios con anisa, pese al calor sofocante que había pasado con aquel atuendo europeo medieval. InuYasha la acogió y se amoldó a sus demandas, dejándose llevar por ella hacia la cama de matrimonio que ambos compartirían aquella noche.

Lo tumbó de espaldas y ella se subió sobre sus caderas, quedando a horcajadas sobre él. Sintió su erección endurecida contra sus caderas propias, pero tuvo que hacer un ejercicio de contención para no dejarse llevar y acabar siempre de la misma manera.

Quería que esta vez fuera diferente y especial.

Necesitaba que lo fuera.

Por ello, ante la mirada intrigada del hanyō, la joven sacó dos cuerdas y ató las dos manos de su marido al cabecero de la cama. Ni siquiera apretó, porque sabía que en cualquier momento podía romperlas, pero él había entendido a la perfección sus intenciones y se dejó hacer. Casi pudo ver una sonrisa pícara, disfrutando de la situación.

Una sonrisa que no le duró mucho.

—Solo estás pasando los dedos, Kagome —se quejó él—. Empiezan a casarse los brazos.

—Estoy disfrutando de las vistas —argumentó ella. El albino alzó una ceja, incrédulo, y abrió la boca para objetar con alguna soez, pero lo único que salió fue un gemido de sorpresa.

InuKag Week 2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora