I. Contagio

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TW. Descripción gráfica de una herida abierta.

Llueve a raudales cuando Inui sale de la tienda por la puerta delantera para fumar un cigarrillo, tiene suerte de que el techado sea lo suficientemente amplio para que las gotas solo salpiquen la punta de sus zapatos. Al no ser un barrio particularmente nocturno, es de esperar que todos los locales aledaños se encuentren cerrados, y por ende, la calle completamente desierta. El alumbrado público estropeado, junto a la poca luz que se filtra por los grandes ventanales de D&D motors, son los únicos acompañantes de Inui.

Es una noche particularmente oscura, fría y silenciosa, a pesar del constante chasquido de las gotas de lluvia contra el asfalto. A decir verdad, era algo tenebroso, sobre todo por la forma en la que las luces del alumbrado parpadeaban y se apagaban por minutos, haciendo que al voltear a los lados no se pudiese observar algo más que oscuridad y sombras. Inui no se consideraba a sí mismo asustadizo, pero mirar una maratón de películas de terror de culto japonés en casa de Takemichi dos días atrás, hacía que ahora mismo todo el ambiente le diera mal rollo.

Suspira mientras se recarga en el vidrio, dejando en el suelo una radiocasetera pequeña, vieja y un poco destartalada, que antiguamente le perteneció a su madre. Por paz mental prefiere no darle más vueltas al asunto, y en su lugar saca la cajetilla aplastada de su bolsillo para tomar el último cigarrillo, arrugado y algo chueco, pero afortunadamente no roto.

"El de la suerte" piensa mientras guarda la basura y saca el mechero para encenderlo rápidamente. 

Fumar no es un hábito propio de él, si bien, cuando era un niño desviado y problemático de secundaria acostumbraba fumar de forma excesiva para aparentar una imagen de “madurez” que estúpidamente todos sus compañeros de clase consideraban genial, y, principalmente, para encajar con la gente mayor con la que solía convivir; hoy en día no es algo que le agrade del todo, pero ha estado un tanto estresado y es cierto que la nicotina le funciona para relajarse, además, Wakasa había dejado abandonada la cajetilla cuando fue a verlos -lo que significaba que no tenía que invertir su dinero-, seguro que no notaría que se robó los últimos siete.

Con el humo en sus pulmones puede sentir la mente nublarse y sus músculos relajarse, cierra los ojos y disfruta la sensación por unos segundos mientras piensa en Ken Ryuguji, alias Draken, amigo, roomie y actual socio de negocios. Se pregunta dónde estará, pues ya pasa de la media noche y aún no aparece. ¡Normalmente ni siquiera lo esperaría!, en su lugar iría al piso de arriba de D&D motors, se acostaría en su cama y a la mañana siguiente llevaría a Draken -que seguramente habría caído dormido en el sofá de la sala- un café negro. La parte racional le grita que no tiene de qué preocuparse, que puede seguir su rutina, Draken ha salido con Mitsuya y los gemelos Kawata, lo ha escuchado regresar a casa a eso de las cinco de la mañana en más de una ocasión; pero la parte más instintiva pica su cerebro con la idea de que algo está mal… raro, extraño, la situación es algo diferente a otras ocasiones, ¡y no tiene nada que ver con lo sucedido en casa de Chifuyu la semana pasada! Simplemente quiere terminar el trabajo pendiente, y por eso está afuera, en medio del frío y la lluvia, escuchando música de una vieja radio y fumando el séptimo cigarrillo del día, un pequeño descanso bien merecido antes de continuar.

Se sienta en el suelo con las piernas dobladas, solo entonces sube el volumen de la radio para poder escuchar mejor lo que dice el locutor.

“...  están trabajando para arreglar dicho problema. En otras noticias, el servicio meteorológico informa que se prevén fuertes lluvias durante toda la semana, y posibles apagones en la zona sur del distrito de Shibuya. Son las tres con cuarenta y ocho minutos. A continuación, "Flavor of life” de Hikaru Utada…”

Aflicción carmesí Donde viven las historias. Descúbrelo ahora