II. Transformación

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Cuando Seishu entra por la puerta de cristal está completamente agitado, el corazón le late en los oídos y puede sentir un dolor naciente en el costado del abdomen que lo obliga a sentarse un rato para recuperar el aliento. No puede pensar con claridad, son tantas las preguntas y escenarios que pasan por su cabeza que no puede ponerlos en orden.

Es lo suficiente tarde para que los locales aledaños comiencen a abrir, por lo que recibió una que otra mirada curiosa durante su recorrido demencial. Incluso dentro de la seguridad de D&D motors, no puede evitar girar la cabeza para mirar constantemente la ventana en busca de algún mirón. Se siente indispuesto y juzgado, como si todos sus vecinos supieran que lleva en el bolsillo una posible arma homicida. Lo positivo, es que eso, de alguna manera, lo lleva a percatarse del completo desastre que es el local, el piso cubierto de lodo y agua mezclada con sangre que marcaba el camino hasta la trastienda, dónde lo esperaría el sillón cubierto de sangre.

"Calmate, Seishu, arregla tus asuntos y deja de hacer un escándalo al respecto."

Se pasa las manos por el rostro y suelta un fuerte suspiro antes de levantar y tomar la cubeta y el trapeador. Pero aunque la limpieza de cierto modo es un buen factor de distracción, ya puede sentir las punzadas en la nuca y un tic en el ojo.

No pierde el tiempo en abrir la tienda. No puede darse ese lujo con la cantidad de entregas que tiene que realizar y el trabajo pendiente que sin ayuda de Draken se hará más pesado, así que aunque la mancha de sangre en el sillón le resulta nauseabunda, decide ignorarla cubriendola con una toalla. Sin embargo, antes de finalmente abrir (media hora más tarde de lo habitual), decide subir a revisar a Draken y llevarle algo de comer, porque que él tenga arruinado el apetito no significa que su compañero también.

Dígase la verdad; Inui no suele cocinar. Es un desastre en la actividad, siempre demasiado salada, desabrida, quemada o incluso cruda. Cuando comenzaron a vivir juntos Draken tampoco era un experto en el tema, pero al menos se esforzaba por lograr cocinar algo decente y con el paso del tiempo se había vuelto lo suficientemente bueno para considerarse más que solo "decente".

El rechinido de la puerta de su habitación nunca había resultado tan irritante como hoy. Inui arruga la nariz mientras camina hasta su compañero, quien está sentado, con la espalda sobre el respaldo de la cama y la mirada perdida en el techo. Aún con la falta de luz por las cortinas cerradas y la luz apagada, Inui nota la palidez en su piel, que está empapado en sudor y de alguna forma, podía decir que se está revolviendo de dolor.

—¿Draken? —pregunta Inui preocupado, dejando la comida sobre la mesita de noche y sentándose en una orilla del colchón mientras acaricia su frente de la misma manera que hacía su madre cuando estaba enfermo (antes del incendio, claro) para comprobar su temperatura—. Draken, estás hirviendo.

Cuando Draken gira la mirada entrecierra los ojos por la luz que entra por la puerta abierta, suena irritado cuando dice a Inui que cierre la puerta. A lo que Inui frunce el ceño con un poco de molestia, sin embargo, se muerde la lengua y hace lo que le piden.

—Perdón no quería sonar grosero, es que... la luz me molesta esta mañana.

—¿A ti?, ¿el señor "primera actividad del día: abrir las cortinas de toda la casa"?

—Increíble, ¿no? Al parecer ahora tu cuarto no será el único lugar oscuro.

Inui sonríe débilmente, volviendo a tomar asiento sobre el colchón.

—Te traje el desayuno, por si quieres comer algo, pero antes me gustaría revisar tu herida, no te ves nada bien, Draken.

—Seguro que es solo un resfriado.

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⏰ Última actualización: Dec 22, 2023 ⏰

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