Epílogo

1 0 0
                                    


Precisamente hoy tenía que ser un día lluvioso, ¿Podría empeorar aún más?

Las calles estaban resbaladizas y húmedas, mis pies lo sabían bien. Un par de horas atrás había dejado abandonados mis carísimos Manolos en la acera de alguna calle de camino aquí. Este viejo rellano, el 3ºD, una gran puerta de madera maciza, con algunos desconchones en las zonas más rozadas, pero aún se podía apreciar que en sus mejores años había sido de un vivo verde menta.

En ese preciso momento soy consciente de que van pasando los minutos y mi cuerpo no da el paso, quiero llamar y que esa puerta se mueva a un lado, pero no puedo, tal vez sea miedo, tal vez sea vergüenza o arrepentimiento, o tal vez fuese la combinación de todo, solo sé que me está destrozando por dentro. Cuando levanto el puño y lo golpeo sutilmente, casi imperceptiblemente todo mi cuerpo empieza a temblar y no estoy segura de que sea por la ropa empapada que se pega a mi cuerpo, enfriándolo.

Por mi cabeza pasa la idea de que a lo mejor nadie me ha oído, los golpes han sido muy suaves, a lo mejor debería llamar más fuerte, pero a lo mejor esté trabajando, o ya no viva aquí. Instantes antes de volver a llamar, la puerta cruje y se abre, mostrando a un hombre alto, tiene una cara desconocida. "¿quién es él? Sabía que aún no podía seguir viviendo aquí". Pensamientos fugaces empiezan a torturarme mientras intento dar un paso para alejarme del desconocido, mientras me disculpo con un susurro casi inaudible hasta para mi.

Antes de que vuelva a bajar las escaleras que tanto he tardado en subir, una fuerte y cálida mano me toma por debajo del brazo, haciéndome girar, quedando frente a ese fuerte rostro el cual no había prestado atención por todo lo que ocupaba mi mente. Sus ojos oscuros, fríos, hacen que se me corte el aliento, siento que me mira molesto, lo sé porque aprieta los labios con un gesto de desaprobación, aprieta la mandíbula tanto que se le marcan los músculos en las mejillas y tiene el ceño fruncido, haciendo que sus cejas casi negras casi pueden tocarse.

- Mira, no me acuerdo de ti, pero si no te he llamado es por algo- Dice mientras con su mano libre se aparta los mechones ondulados negro azabache de su frente - Toma esto y vuelve a casa - mientras dice eso rebusca en el bolsillo de unos tejanos oscuros, con rotos a la moda, hasta que saca de él un puñado de billetes pequeños.

Intento soltarme de su férreo agarre, mi cara de incomprensión debe mostrarse con total claridad porque estira más el brazo para que tenga coja el dinero de su mano.

- No sé quién eres- Susurro mientras mi cuerpo no ha dejado de temblar en ningún momento - Suéltame, por favor...- mis últimas palabras las acabo diciendo más por mí que por él. Parece que eso le hace reaccionar y hace lo que le he pedido, me suelta lentamente, como si aquí yo fuese una pequeña presa a la que no quieres ahuyentar. En sus ojos se refleja la duda "¿Entonces qué haces aquí?" pero me adelanto y respondo por él - Me he equivocado, pensaba que aquí vivía alguien... - No sé muy bien cómo seguir la frase, se me queda en la garganta atravesada- Alguien que estaba buscando, perdón por molestar.

Al terminar la frase vuelvo a encaminarme por las escaleras. Por el rabillo del ojo veo que el chico con mirada oscura desaparece en el interior del piso sin cerrar la puerta, instantes después se escucha desde ese rellano un estridente "Sam, te buscan". No pude seguir, no pude bajar ni un escalón, mi cuerpo se congeló, no pude siquiera seguir temblando. Alguien apareció en la puerta entre risas con una voz suave, y en cuanto vi aparecer su pelo platino, casi blanco y sus azules ojos color mar se fijaron en mí, su risa frenó en seco y el suelo se abrió bajo mis pies.



La puerta verdeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora