Sombras Del Sol

EPÍLOGO (Gabriel)

Llega un momento en que todos debemos afrontar el dolor de las decisiones que hemos tomado. Yo era un hombre con problemas, moviéndome por la vida en un estado de zombi. Luego estuvo ella, y nosotros, hasta que no quedó nada. Yo era Ícaro y, como Ícaro, había llegado al sol. Había sentido su calor sobre mi piel y el placer que me daba mientras me consumía lentamente. Al igual que Ícaro, había encontrado la felicidad abrumadora que venía al encontrar mi camino hacia el sol.

En este vasto universo, no soy único, porque innumerables almas buscan esta grandeza del amor. Sin embargo, durante ese fugaz momento en el tiempo, tuve la bendición de ser consumido por un amor que todo lo abarcaba, que iluminaba las profundidades de mi existencia, dejando una marca en mi alma.

"Señor. Solís, ¿entiendes los requisitos que ha puesto la corte?".

"Completamente" respondí solemnemente.

Mi abogado se inclinó para susurrarme algo al oído, pero mis pensamientos estaban muy lejos y, francamente, hice un esfuerzo consciente para ignorarlo. Sólo quería escapar de esta sala del tribunal. Quería escapar de los ojos penetrantes de mi padre y de la innegable decepción de mi hermano. Sabía las consecuencias de lo que estaba haciendo, que estaba en un camino rápido que no me llevaría a ninguna parte, pero no podía detenerme.

"Gabriel", empezó mi hermano cuando comenzamos a salir de la sala del tribunal, mi abogado y mi padre a cuestas. "¿Escuchaste lo que dijo el juez? Una pelea más y podrías enfrentarte a la cárcel". Asentí con la cabeza mientras me ponía la chaqueta de cuero sobre la camisa blanca y tiraba la chaqueta del traje al suelo. "No me sentaré a ver cómo desperdicias tu vida" Diego hizo una pausa "¿Me estás escuchando?".

"Te escucho fuerte y claro". Diego dejó de caminar.

"Si no arreglas tu vida, estás fuera de mi casa, ¿entiendes?"

"Mhm" me quejé. Escuché a mi padre suspirar cuando se dio la vuelta hacia Diego y le dijo: "Es una causa perdida, no sé por qué sigues tratando de ayudarlo". Mi padre continuó. "Abandonó la facultad de derecho y ahora estas pequeñas audiencias en los tribunales se han convertido en algo común. He terminado de rescatarlo."

Mi padre miro hacia mí, haciendo contacto directo con los ojos. Una mirada que solía enviar escalofríos por mi cuerpo pero ahora solo me aburre. Honestamente, es increíble cómo tiene la audacia de sermonear acerca de mantenerme en el buen camino. Ultimamente, solo con ver su sombra me dan ganas de golpearlo en la cara.

"Vamos, Leo, sé honesto contigo mismo. Tiraste la toalla el momento en que nací". Los ojos de mi padre se encendieron, le devolví la mirada con unos ojos de complicidad. Un intercambio secreto de palabras a través de nuestros ojos que solo él y yo podemos descifrar. Él sabe mejor que seguir desafiando, así que salí a la luz de la mañana y encontré mi camino a mi motocicleta.

Podía escuchar a Diego gritar desde la distancia, algo sobre la cena del jueves con nuestra madre. Cena familiar, que broma. Mi madre es una santa, así que trato de no molestarla intentando aparecer en las noches de cena familiar, pero incluso eso se siente como si estuviera caminando de rodillas a través de fragmentos de vidrio.

Me subí a mi bicicleta y aceleré sintiendo la brisa fresca de la mañana en mi rostro, el edificio de la justicia desapareciendo detrás de mí. He estado viviendo con Diego durante tres años, un paso adelante del infierno en el que estaba viviendo en casa, pero de alguna manera las interacciones familiares no han mejorado. Solía soñar con ser exactamente como mi padre, un gran abogado corporativo, ahora solo pensar en eso me da ganas de gritar.

Diego y yo estábamos siendo perfectamente moldeados para ser la copia exacta de nuestro padre, pero me niego a ser como él. Érase una vez que adoraba el suelo que pisaba, mi padre era mi héroe. Cuando se levantó esa fachada, lo vi por lo que realmente es, un cobarde. No tenía intenciones de volver a la facultad de derecho y vivir la misma vida de mierda de él.