Flores de ciruelo

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Seokjin seguía sin poder ver a sus hijos. Se estaban cumpliendo dos semanas desde que su esposa abandonó la casa y se llevó a sus pequeños. Al igual que se cumplían dos semanas de que tuvo noticias de ellos. Los días pasaban y podía sentir como el tiempo se le escapaba. Trató inútilmente de apurar a su abogado, pero cada vez que lo contactaba para obtener buenas noticias, este terminaba diciéndole lo mismo: "Tenga paciencia, señor Kim". "Paciencia". La paciencia era todo lo que le faltaba en esos momentos. El futuro tan incierto que tenía por delante lo abrumaba de sobremanera. Pero sabía que tenía que dar su mejor esfuerzo por mantener la calma.

En algún lugar en el pasado, quedó atrapado aquel ingenuo Seokjin, aquel tonto que creyó haber conquistado todo lo que un día se propuso. Tal vez pudo ser así, pero su ambiciosa juventud le exigió siempre más. El corazón de Seokjin se llenaba de angustia mientras lidiaba con la ausencia de sus hijos y la incertidumbre del futuro. A pesar de ello, trataba de mantener la esperanza y encontrar fuerzas para seguir adelante.

Por el momento, su trabajo lo esperaba. El negocio con Toshio Satō seguía en pie y tenía sobre él la responsabilidad de que todo se llevara a cabo exitosamente.

Una vez más, se encontraba saliendo del aeropuerto de Haneda. Tomó un taxi que lo llevaría rumbo al edificio de Reiwa, la compañía de Satō. El joven Kim no se encontraba en sus óptimas condiciones, sin embargo, las ventajas de esa reunión eran que no tenía presentaciones que realizar o discursos que dar. Todo se limitaría a escuchar a los socios y firmar algunos acuerdos. Estaba seguro de que podría lidiar con la situación sin incidencias.

Seokjin estaba por fin llegando al lugar. Tenía una horrible costumbre de llegar exageradamente temprano a todos lados, a excepción de aquel fatídico día que seguía repitiéndose en su cabeza una y otra vez. Aunque, por más desagradable que era el recuerdo, siempre terminaba haciéndolo sonreír. Ese día de pérdida también fue día de encuentro, y la sonrisa de Yoongi se mezclaba entre la podredumbre de sus memorias.

Finalmente, su transporte lo dejó en la entrada de Reiwa Company. El taxímetro marcó once mil yenes. Seokjin sacó su cartera y pagó el servicio. Luego, se adentró en aquel enorme edificio y saludó a la recepcionista, quien lo conocía a la perfección. Ella le correspondió el saludo con una sonrisa. La chica se derretía por dentro, era un efecto normal que Seokjin provocaba en las mujeres.

Tomo el ascensor y al llegar al piso treinta, donde se encontraba la oficina de Satō, Seokjin se dirigió hacia esta. Al llegar a la puerta, quiso tocarla, pero notó que estaba entreabierta. Un escalofrío recorrió su espalda al escuchar las voces que resonaban al otro lado. La conversación que el viejo Satō mantenía con uno de sus subordinados lo hizo sentir inqueto.

-Señor, por favor perdone mi falla, pero también le suplico que comprenda mi situación. Fue un error ejecutar su encomienda en el club de Shinoda -imploraba el hombre que se encontraba con el empresario.

-¡No comprenderé nada, Tamura! ¿¡Qué tan difícil puede ser darle una maldita lección a un pobre diablo como ese?! -el anciano le gritaba a aquella persona con tanta severidad y furia que parecía que la cabeza de Toshio iba a explotar de coraje en cualquier momento.

-Con todo respeto, señor, él no parece ser solo un periodista. El tipo está blindado.

-¡Blindado! ¡¿Quién es?! ¡¿El puto líder de la Yakuza?! Estoy harto de tus excusas, Tamura. Te lo advierto: encuentra la manera de llegar a él. Me importa una mierda quién sea él idiota que lo esté protegiendo. Y si es el mismísimo Shinoda, entonces me iré contra él.

-Pero, Satō Sama, usted sabe que no debemos meternos con la Yakuza. Ese era el trato.

-¡¿Y ellos sí se pueden meter en mis asuntos?! ¡Maldita sea, Tamura! ¡Deja de cuestionarme y haz lo que te digo!

Siempre tendremos Japón (KSJ×MY)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora