❝...𝕼𝖚𝖊 𝖊𝖗𝖊𝖘 𝖊́𝖑 𝖚́𝖓𝖎𝖈𝖔.❞

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Pero aquellas que el vuelo refrenaban

tu hermosura y mi dicha a contemplar,aquellas que aprendieron nuestros nombres...ésas... ¡no volverán!

MinHo llegó a su trabajo justo a tiempo, pronto comenzó a limpiar y a preparar el local para la apertura junto a su compañero Christopher, un joven bastante escandaloso y risueño

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MinHo llegó a su trabajo justo a tiempo, pronto comenzó a limpiar y a preparar el local para la apertura junto a su compañero Christopher, un joven bastante escandaloso y risueño.

Su amistad era un tanto extraña, sus personalidades eran completamente opuestas pero siempre habían encontrado la manera de entenderse y tenerse cariño. Christopher tomó su libro de poesías y tomó una página al alzar. Siempre hacía eso, leía los poemas y luego intentaba convertirlos en una canción urbana, al principio le parecía una vulgaridad, pero Christopher le había enseñado que el mundo urbano era igual de maravilloso que la poesía.

— ¿Cuándo vas a escribir de nuevo? —MinHo le miró de mala manera, él era un poeta frustrado, por tener los pies en la tierra entendió que el mundo del arte era un mundo para soñadores, y él no podía permitirse soñar cuando debía pagar una renta y una deuda de un préstamo estudiantil que no le había servido para nada, porque a su edad todavía tenía que limpiar mesas y servir comida con un título colgado en su pared. —Ah, ya sé... Maldito capitalismo, ya te escucho. No he dicho nada.

Christopher era todo un caso.

Su día de trabajo transcurrió de lo más normal, entre buenas propinas, clientes molestos y otros agradables.

La hora de cerrar había llegado y ahora él y Christopher limpiaban la cafetería. — ¿Vienes al bar hoy, Min? —Preguntaba Christopher fregando las últimas tazas de café mientras que el mencionado limpiaba las ventanas.

MinHo no le respondió, llevaba un buen rato con el paño en la mano y la vista al otro lado de la calle, en la lavandería. — ¿Hey? ¿Todo bien?

El coreano contemplaba como el misterioso chico del tren lucía distraído con una revista, o eso pensaba él, porque en realidad Jinsung estaba bien pendiente a sus movimientos, sintiéndose nervioso de ser cachado.

—Todo bien, Chris... Por supuesto que iré. —Murmuró volviendo a limpiar el cristal.

Ese hombre le intrigaba demasiado, desde hace un par de meses ya subía al vagón del tren a la misma hora que él, se sentaba enfrente suyo y le observaba todo el camino. En un par de ocasiones, cuando debían ir parados por el gran volumen de personas se acercaba lo más posible a él, una vez juró que había olido su cabello. Era extraño, muy extraño. Le intrigaba demasiado.

—Chris, acabo de recordar que traje algo para lavar. ¿Me odias si te llego más tarde? —Preguntó él.

Christopher negó. —La fiesta siempre es mejor después de las diez.

Cerraron la cafetería juntos y cada uno fue por su camino, Christopher hacia el bar donde le esperaban sus amigos y MinHo cruzó la calle, buscando con la mirada al misterioso hombre.

— ¿Coincidencia, no? —Preguntó MinHo al apoyarse en una de las lavadoras, tomando la revista que cubría el rostro de Jinsung. —Trabajo al frente, te vi y quise saludar.

—No te conozco. —Se apresuró a responder Jinsung, se sentía tan avergonzado de ser cachado.

MinHo rió. —Claro que sí, siempre me estás viendo en el tren.

—No. —Dijo Jinsung, quizás un poco más alto de lo normal, lo que llamó la atención de otros clientes, quienes se giraron a verle hasta que MinHo les relajó con una sonrisa. —Veo lo que lees, nada más...

— ¿Ah sí? —Preguntó él, curioso. —Entonces si me conoces.

Mierda. Pensó Jinsung. — ¿Cómo sé que no estás mintiendo? Mi autoestima comienza a bajar, de verdad pensé que me mirabas...

Hojas de hierbas de Walt Whitman, veinte poemas y una canción desesperada de Pablo Neruda, Poeta en Nueva York de Federico García Lorca, La Ilíada de Homero, Ariel de Sylvia Plath, Rimas de Gustavo Adolfo Bécquer... —Soltó rápidamente Jinsung, recitando en orden todos los libros que había visto leer a MinHo, quién rió de una manera tan hermosa que hizo a Jinsung apartar la mirada.

—Vaya, ahora sí estoy convencido... ¿Y los leíste? —Jinsung asintió con timidez y MinHo sonrió. —Oye, sé que va a sonar tonto pero... Mis amigos me están esperando en un bar, es noche de poesía ¿Quieres venir? Digo, solo si quieres y cuando termines de lavar, puedo esperar.

— ¿Lavar? —Preguntó Jinsung, confundido, aun intentando asimilar el hecho de que su mayor enamoramiento le invitaba a salir.

— Sí, lavar. —Respondió MinHo, subiendo la mochila a su hombro, pues constantemente se le caía por el peso de sus cosas.

— No estoy lavando.

MinHo le miró con confusión. — ¿Entonces qué haces acá?

Jinsung reaccionó, y observó el local. Debía mentir pronto. MinHo esperaba una respuesta. —Me gusta... Me gustan las lavanderías.

MinHo le miraba con una cara de que le había salido un tercer ojo. —Es relajante ver la ropa girar ¿No te parece?

El coreano observó la fila de lavadora frente a ellos, miraba como la máquina giraba la ropa sin entender porque eso le parecía tan relajante, terminó por volver a reír. —Eres un hombre extraño.

PRÓXIMO CAPÍTULO:  LUNES 5 DE JUNIO

Tranvía ; MinsungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora