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—¿Cómo te sientes?— entré a su cuarto con la intención de hablar con él, y, quizá, tan sólo quizá, distraerlo un poco.

—Bien, supongo que me has estado cuidando bien— dijo con un semblante neutro, aunque con eso último, sé que estaba reprimiendo una sonrisita.

—Me alegro que ya te sientas mejor. ¿Quieres salir a comer un helado?

Fran se levantó de la cama, tomó su toalla y se dispuso a salir del cuarto mientras dijo cambiando el tema brutalmente: —Creo que serías una buena esposa— con una sonrisa juguetona y guiñando un ojo.

—¿Eh- q-qué?— me sonrojé desconcertado. Estaba allí, quieto en mi sitio, aún procesando las palabras de mi mejor amigo —¿Fran? ¡No huyas Francisco! ¿¡Qué mierda dijiste!?

Corrí hacia el baño y abrí la puerta sin más, encontrándome con un Francisco sin suéter ni camisa. Otra vez me quedé paralizado cuando lo ví.

«¿Qué te pasa? ¡Reacciona, tienes algo qué reclamar!»

Sacudí la cabeza aún más sonrojado. Cerré mis ojos con fuerza y me dí la vuelta, con la intención de no verlo en lo que se metía a la ducha.

—¿Por qué dijiste eso?— pregunté a duras penas. Las palabras estaban atoradas en mi garganta, mi corazón estaba acelerado y mi respiración entrecortada. Apenas y podía pensar.

—Es la verdad— oí a mis espaldas —Además de que estás más rojo que un tomate.

—¡Fran!— le reclamé todavía más sonrojado. Sentía un hormigueo que me recorría y me hacía sentir todavía más nervioso.

Escuché la puerta del baño cerrarse detrás de mí y me dí la vuelta. Afortunadamente desde adentro de la ducha no podías ver qué pasaba afuera y viceversa, así que estaba seguro allí. Me senté sobre la tapa del retrete.

—¿Qué? ¿Qué pasa?— me preguntó riéndose pícaramente.

Mmgh, ¡Ya!— cubrí mi cara con mis manos mientras movía inquietamente mis pies hacia adelante y hacia atrás como un niño pequeño.

—Espera, ¿Acaso fue un...?

—Quejido— aclaré con el ceño fruncido. Aunque no duró mucho, ya que tenía una sonrisa pintada en mi rostro que por más que quisiera no se iba. Bueno, los nervios.

—Okay, haré como si te voy a creer eso.

Fran abrió la ducha y ambos nos quedamos en silencio. Yo, intentando relajarme en el sonido de las gotas impactando con el suelo, así como mi orgullo.

Promesas del pasado (Ramcisco) | TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora