Podría decir que esta historia empieza como todas, la típica historia de una chica marginada, un poco antisocial, que se enamora del típico chico deportista y atractivo y que mágicamente acaban juntos, cosas que solo ocurren en libros y en películas.
Afortunadamente mi historia no comienza así.
Soy una chica con un tono de pelo castaño y rizado, pero que a la luz parece pelirrojo, ojos color marrón café, aparato, morena de piel, delgada y bastante alta. Me considero divertida, o eso dicen, a veces hasta me toman por loca. Siempre me ha gustado hacer sonreír a la gente más cercana a mi. Y sí, me gusta un chico de mi clase; algo que supongo que nos ha pasado a todas.
Se llama Ángel. Y para mi gusto es de lo mejor que he visto nunca. No está fuerte, pero tampoco es alguien débil, se mantiene estable en su peso y se le marca la 'V' lo cual me resulta de lo más atractivo. Su pelo es liso y castaño claro, tanto que en ocasiones parece rubio, también es alto y se viste muy bien, más que nada porque tiene dinero para comprar ropa de marca .Lleva gafas de vez en cuando y cuando las porta se ve genial, incluso apostaría a que le hacen estar más guapo. Me encanta la manera en la que trata a su hermana pequeña o cómo defiende a sus amigos o familiares .Y aunque fuese un chico totalmente sencillo, seguía siendo inalcanzable para mi.
Ya había sonado el timbre de entrada y como no yo siempre tarde. Llamé fuertemente a la puerta y al abrirla, con angustia de que no me mandasen de vuelta a mi casa, mi mochila golpeó la puerta al abrirla, al igual que mi cadera, causando así más ruido.-¿Puedo pasar?.- Mi voz temblaba al notar todas las miradas en mi.
El profesor asintió lentamente y me acompaño con la mirada hasta mi sitio.
Un poco exhausta, coloqué mi material sobre la mesa y miré a mi lado derecho dónde una mesa más allá estaba sentado Ángel. Su mirada se fusionó con la mía, mientras el jugueteaba con un bolígrafo azul entre sus largos y finos dedos con las uñas mordidas. Me sentí tan incómoda.
Miré mi reloj y tan sólo habían pasado treinta minutos, mientras que a mi me parecían cerca de cincuenta minutos. En un momento inesperado el bolígrafo que él sujetaba en sus manos salió disparado a una de las patas de mi mesa. Su amigo, que creo recordar que se llamaba Alejandro, se encontraba sentado entre nosotros y soltó una breve carcajada. Los tres estábamos al final de la clase, con lo cual el profesor no nos prestaba ni la más mínima atención.
-Alex, ¿me lo alcanzas?-. dijo Ángel con un precioso acento mientras se colocaba el pelo.
-Déjaselo a ella, lleva toda la clase mirándote fijamente, dala una oportunidad.- posterior a estas palabras Alex soltó una sonrisa y me miro de reojo.
Mi mejillas se tornaron rojas en tan solo segundos. Ángel sólo se molesto en sonreírme.'¿Qué hago?' pensé.
Inmediatamente recogí el bolígrafo con mis pequeñas manos y estiré mi brazo a Alex para que se lo pasase. Reboté de mi silla cuando vi a Ángel levantarse, con su paso firme hacia mi, pasó detrás de Alex y me asestó un ligero codazo en la espalda. La camiseta blanca que llevaba le marcaba los hombros, haciendo que me intimidase aún más. Mientras andaba, su pelo acompañaba los pasos tan seguros que daba. Cuando se encontraba a mi lado, me tomó con sus enormes manos, envolviendo las mías y recogiendo el bolígrafo que me había llevado a esa maravillosa situación, mientras yo no podía dejar de mirar el lunar que tenía en su muñeca derecha. Al levantar la cabeza, él esbozó una sonrisa, la cual un poeta definiría como un perfecto conjunto de perlas blancas. ¿Qué perlas? maldita sea, esa sonrisa provocaba en mi más de un sentimiento y conseguía que mi pulso se acelerase una manera incontrolable. Después de un corto silencio, las palabras exactas que salieron de su boca fueron:
-Gracias, nena.
¿Nena? ¿Cómo qué nena? ¿Acaso llama así a todas las chicas que le recogen un
bolígrafo? ¿O era un apodo cariñoso que me había puesto y que yo desconocía? No lo sé, pero lo único que pensé y me pareció lo más acertado era que se estaba riendo de mi.