Si acaso llegaban a ser las 12:45 de la mañana, estaba muy cansada, no había conseguido dormir en toda la noche, hacía tanta calor. Cerré el libro de Latín.
-¿Qué demonios?- murmuré en una voz baja y cálida. -Jamás aprobaré esta mierda.
De pronto mis tripas rugieron como si nunca antes hubiesen probado comida alguna, busqué en el bolsillo pequeño de mi mochila y como no, me dejé mi almuerzo en casa. Tan típico de mi, olvidarme de todo menos de él. Rebusqué entre mis bolsillos encontrando poco más que pelusas y trozos de papel medio desechos. Necesitaba comer algo urgentemente, me levanté, la cremallera de mi mochila cedió haciendo que todos los libros que había dentro se quedasen tirados en la fresca hierba. Inmediatamente me agaché a recogerlos. Al terminar, bajo la suela de mi zapato noté algo duro, mucho más rígido que la hierba. Por un momento pensé en un chicle seco pegado a mi suela, o incluso una chincheta, pero para mi sorpresa era una moneda de dos euros. Me extrañó tanto. Yo no traía dinero ¿de dónde había salido esa moneda? No le di muchas más vueltas, tenía hambre y me daba igual de quien fuese la moneda, busqué una máquina expendedora, la más cercana posible.
Ya era la 13:00 y yo sin decidirme. Estaba entre aquel delicioso bollo relleno de crema, esa palmera de dos chocolates o simplemente una bolsa de chucherías. Procedí a meter la moneda y marcar el número correspondiente con el bollo de crema, pero recordé que a Andrea esa bollo le sentó mal, y separé ligeramente mi dedo del botón. Para mi sorpresa una voz masculina y profunda, acompañada de una cálido soplo en mi cuello, dijo:-Yo tampoco cogería esa bollo, a todo el mundo le sienta mal-. musitó una tranquila y dulce risa.
Claro. Un mismísimo ángel bajado del cielo hablándome a mi, y nunca mejor dicho.
-Déjame decirte que te estaba observando, vi como te agarraste la tripa y supuse que era de hambre, siendo a esas horas. Aproveché el momento en el que se te calló todo, patosa, para dejar una moneda a tu lado. No podía permitir que mi nena pasase hambre ¿no crees?
Las palabras de Ángel retumbaban en mi cabeza como una orquesta de violines, tan dulce, tan relajante, tan pegadiza. Analicé cada palabra que salía de sus finos labios. Volvió a repetir la dichosa palabra "nena", añadiéndola un toque tan atractivo.
-Gracias, pero no era necesario.. podía haber pedido dinero a cualquiera de mis amigas-. mi voz temblaba más que nunca.
-Déjame recordarte que Andrea se ha marchado antes con su elegante chico, Marta se ha quedado comprando más discos de Beyoncé en el mercadillo de la calle de abajo, y tus demás amigas están de prácticas.
-¿Cómo demonios sabes todo eso?- mi tono enfureció y mi gesto en la cara se volvió demasiado expresivo.
Él se limitó a reírse profundamente, tomando el dinero que quedaba en mi mano y sacando la palmera de varios chocolates.
-Sé que esta te gusta más.- estiró su brazo y tomo ambas de mis manos dejando en ellas el almuerzo que tanto deseaba comerme. -Déjate conocer, pequeña.- besó mi frente y acto seguido se marchó, subiendo sus pantalones descaradamente delante de mi cara.
Aún no analizaba lo que estaba sucediendo. ¿Cómo es que Ángel me trataba así, si comparada con las demás era la más recatada y tranquila?
Volví al sitio dónde me encontraba antes de ir a la máquina expendedora. Me percaté de que una de mis pequeñas libretas había quedado tirada al lado de un árbol, me apreció extraño que siguiese ahí sabiendo lo ladrona que es la gente.'¡Menuda cabeza tienes, Fátima!' me reproché a mi misma.
Antes de guardarla la abrí por la primera hoja, había algo extraño. Dentro de mi libreta, justo en la primera hoja, alguien había escrito algo, con una letra fina y tan preciosa. Tras un rato mirando la hoja, intentando adivinar de quien era, leí atentamente lo que ponía, quedándome perpleja:
"Querida Fátima, no sé dónde tienes la cabeza. Si no fuera por mi.. Espero que almuerces tranquila y que a cada bocado que des te acuerdes de mi. No hace falta que me devuelvas el dinero, tómatelo como mi primer regalo. Por cierto, estabas tan nerviosa que no te diste cuenta de que metí mi mano en el bolsillo trasero de tu pantalón, no para nada malo, te dejé un papel con un mi número apuntado. Contáctame. Atte: Ángel".
¿Acaso me persigue? ¿cómo sabe todo de mi? maldita sea, me pone nerviosa no saber nada y que el sepa tanto de mi. Rápidamente metí mi mano en el fondo de mi bolsillo.
-Tiene que estar de broma.
Mis ojos se abrieron como si acabase de ver algo ilógico e irreal. Ahí estaba el dichoso papel con su número apuntado, con un corazón al final, me pareció tan cursi pero tan tierno. Lo mejor de todo es que me ponía tan nerviosa en frente de él que podía haberme estado tocando el culo horas, que jamás me habría dado cuenta.