Duivel: La cara nunca vista del Diablo. (Primer libro completo)

El castigo de toda mente desordenada es su propio desorden. (Ansiedad)

𝘛𝘩𝘦 𝘱𝘶𝘯𝘪𝘴𝘩𝘮𝘦𝘯𝘵 𝘰𝘧 𝘦𝘷𝘦𝘳𝘺 𝘥𝘪𝘴𝘰𝘳𝘥𝘦𝘳𝘦𝘥 𝘮𝘪𝘯𝘥 𝘪𝘴 𝘪𝘵𝘴 𝘰𝘸𝘯 𝘥𝘪𝘴𝘰𝘳𝘥𝘦𝘳.

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Carta sin receptor.

Björn y Wolff.
Domingo, 4 de Junio del 2021.
Madrid, España.

¿Qué día es hoy? El calendario lo marca como Domingo, cuatro de Junio para ser precisos. Dicen que es Domingo, pero, ¿Por qué parece un Viernes prohibido?

No sé que hacen los otros un domingo muerto como hoy; yo estoy tendido en una cama a la que le sobra espacio, el aire hiela pero me gusta el frío, observo el techo y busco una razón para no salir a pelearme con algún bicho que le está robando oxígeno a la tierra. Antes de aprender a pelear y defenderme, me deprimía por todo lo que no podía salvar, ahora sólo me quedo inmóvil soportando el peso de lo que no puedo salvar ni arreglar hasta que Wolff toma el control de la luz y yo no estoy ni recuerdo nada de lo que hace, porque él sí no soporta la mierda de nadie.

Me despierto en la oscura habitación de un hotel en Roma, donde me veo al espejo y me burlo del hombre en el espejo, ese que prometió no volver a hacer tal cosa... Pero había caído de nuevo, ¿Cuánto veneno tenía que comer? ¿Dónde estaba el antídoto? Sobre los hombros me aplasta el peso de lo que hago y de lo que he permitido que hagan conmigo. Odio señalar culpables, odio las disculpas y las explicaciones tardía, por eso creo resuelvo mis problemas de raíz sacando a la gente del todo. No entiendo la agonía de sufrir cuando puedes matar en un solo tiro, un sólo dolor.

De todas maneras, el mundo se está yendo al carajo y concluyo que ya no tengo todo el tiempo del mundo para conseguir lo que quiero. ¿Sé lo que quiero? Sé lo que no quiero. Pienso todo esto con el porro ardiendo, la nube espesa de la hierba envuelve la habitación y desde la ventana entiendo la secuencia de la vida, que todo es prestado, que Dios no existe, que solo es el Diablo borracho jugando cartas a ser bueno, piadoso, mientras nos hace pagar en tierra todo el mal que hemos hecho, porque el Infierno que tememos posiblemente no exista. ¿Qué hay peor que el ser humano y la manera de destruirnos unos a otros?

En el amanecer la gente va de un lado a otro. Imagino que en mil lugares distintos está ocurriendo lo mismo. Cada día millones de mamíferos se levantan y corren desesperados. Me tumbo en la cama y miro un punto en el vacío del techo.

No tengo intenciones de correr a ningún lado, de hacer parte de la manada. La vida es una cosa miserable allá afuera. Pienso en los millones de mamíferos que corren en busca de migajas como las cucarachas; migajas de oficios varios, de sexo recalentado, de oficinas piojosas, de estúpidas gerencias y lánguidas fiestas que sólo dejan mugre y grasa en sus almas.

¿Qué tipo de mamífero eres?

No se tú, pero yo pienso mucho en eso. Y trato de girar a mi modo, de seguir mi ritmo. Y pienso en los mamíferos con propósitos e intenciones cuyas vidas jamás empezaron, en los mamíferos que van a la deriva siguiendo la corriente de los otros fantasmas.

Odio eso, odio esa mierda de buena voluntad, la hipocresía disfrazada de falsa empatía, el perdón después del traición, las sociedades sin ánimo de lucro y la falsa rebeldía. Y los mamíferos repiten día tras día su rutina, hundidos en la mierda sonríen.

Soy un ser de odio, y no busco ser feliz. Solo espero poder seguir siendo fiel a mi mismo.

Los mamíferos no caen en cuenta, no tratan de imaginarse, están seguros de tener "una vida" y llaman "vida" a eso que tienen, a la estrecha y hedionda vida familiar, a sus frustraciones, a su sexo funcional y su televisor de pantalla gigante. Odio eso, odio a las mujeres que se entregan al tipo "adecuado", por temor de quedarse solas. Odio a los mamíferos que se entregan a cambio de estabilidad y compañía. Eso mismos que se pasean con su mamífero imitando la plenitud y el bienestar. Odio las mujeres y hombres que que culpan a sus hijos de todo lo malo que les pasa, esos que no dejan soñar en paz.