Capítulo 1 "El café de las siete con treinta"

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-¡Gabriel!- grita mamá-
Maldición.
-¡GABRIEL WILLIAM FILLION!- muge- ¿Por qué no has bajado ya?-
Escucho sus tacones avanzar por el pasillo, me encojo en el asiento de la terraza mientras una brisa de lluvia me pega de frente.
Esta muy fresca.
El sonido de sus tacones golpeando el piso de mármol se hace más rápido y así es como me doy cuenta de que está realmente molesta.

Son las siete con doce, creo que es lo más temprano que me he levantado y alistado para ir al instituto, sin embargo, pese a que ya estoy listo y sólo tenga que poner un pie fuera de la casa, no quiero hacerlo, me siento muy cómodo recostado en la silla tejida, disfrutando de la ausencia de sol.
Pongo mis brazos detrás de mi nuca al tiempo en que suelto un gran suspiro y cierro los ojos nuevamente preparándome para dormir unos segundos antes de que llegue.
Esto es vida.
Escuchar Imagine Dragons y estar acostado aquí.

-Gabriel- dice- ¿Qué carajos estás haciendo?- está muy calmada , lo que me dice que esta molesta.
-Me relajo- le respondo sutilmente-
-¿Sabes qué tienes que ir a estudiar verdad?- la miro de reojo por el reflejo de la baranda, tiene una ceja alzada y los brazos cruzados impacientemente, mientras no deja de mover su pie.

-¿Sabes qué no es necesario que vaya al Instituto?- sigo con los ojos cerrados intentando de pensar en algo que haga que me relaje por un momento.
-Ya hablamos de esto, Gabriel- dice soltando un suspiro.

No, no hemos hablamos de esto. Nunca lo hemos hecho, la única conversación que tuvimos sobre el tema terminó con ella dándome una bofetada y con Lucy llorando por el estrés de la situación.
Realmente no es necesario que vaya al Instituto, yo lo sé, ellos lo saben, todos lo sabemos, entonces no le veo el sentido a levantarme todos los días a las seis de la mañana para ir a un lugar donde me enseñan todo lo que ya sé.

-Está bien- en un movimiento me siento en la silla y me froto los ojos- deja que me lave la cara en un rato bajo-
-Bien, gracias hijo- pone su brazo sobre mi hombro y siento como una descarga eléctrica que hace que me sacuda .
Se va caminando muy elegante con su falda gris sobre la rodilla y sus tacones negros.
Si, todo está bien.
No puedo evitar esbozar una sonrisa ante la idea que acabo de tener.

Todo está bien, a excepción de que no asistiré a la primera clase.

Me encamino hacia Starbucks, donde usualmente suelo pasar la mañana, no me gusta, pero es lo más cercano que tengo, mi favorito está dos cuadras más lejos y me tardaría veinte minutos en llegar, así que es la única opción cómoda que tengo.

Entro y me limpio los pies en el tapete. Está un poco oscuro, las luces no llegan a iluminar por completo el gran espacio.
Avanzo hasta la caja mientras saco dinero de mi cartera.
-Un café- pido. Deslizo los dólares sobre la mesa-
La cajera me mira, sonríe y toma los billetes, tiene un bonito cabello largo que recoge en una coleta alta. El color de la gorra no acentúa para nada el tono de su piel.

Me recargo en el frente del mostrador mientras espero, escucho como la dispensadora despacha el café.
Miro por la puerta de cristal las gotas de lluvia que se pegan a este como si fueran imanes.

Estamos a finales de otoño y supongo que dentro de unas pocas semanas comenzará a nevar, también es probable que nos cambiemos a la casa que está cerca de la empresa, por la acumulación de nieve y esas cosas, luego resulta casi imposible salir por la cantidad de nieve en la entrada y en los caminos. Que recuerde creo que siempre hemos hecho eso y no me molesta en lo absoluto eso solo que la idea de estar cambiando constantemente de hogar no me agrada, no me molesta, pero tampoco estoy de acuerdo en hacerlo.

Siempre he querido un lugar estable para asentarme con mi familia, pero creo que es una de esas cosas imposibles que anhelas más que nada.
Es imposible por el simple hecho de que ni siquiera compartimos una comida juntos, la última vez que lo hicimos fue en el cumpleaños de Lucy( hace cinco meses) y no resultó nada bien. Nora, Rick y yo le compensamos el hecho de que su cena se convirtiera en un junta de trabajo con unos inversionistas alemanes llevándola al cine y comprándole un collar, así de jodida está nuestra familia, creo que no se le puede llamar familia a esto. Sería más como un vínculo de desconocidos que se conocen bastante bien.

-Su café- dice la chica. Me doy vuelta y tomo el café. La chica sigue sonriendo, parece que su rostro sufrió un espasmo, también que se desabrochó la camisa dejando a relucir su pecho y parte de su sostén rosa con encaje.

-Gracias- me voy no antes de sonreírle e intentar de seguirle el juego, lo cual funciona. De reojo veo como sus mejillas se encendía y jugaba con su cabello.

Me encamino la barra que se encuentra cerca de la ventana.
Me siento y con ambas manos tomo el envase y lo acerco a mi boca.
Soplo y doy un sorbo, siempre tomo un café a las siete con treinta de la mañana, siempre. No puedo vivir sin uno.
Tomo la servilleta y veo un pequeño papel doblado por la mitad.
En tinta color rosa se desfila un número telefónico seguido del nombre Evelyn.
Reprimo la leve carcajada que me asalta pero la sonrisa en mi rostro no desaparece.
¿Enserio...?
Niego con la cabeza mientras guardo el papel en mi bolsillo y tomo del café otra vez.
Tal vez la llame después, quién sabe, puede que me aburra y necesite diversión.

La calle está extrañamente concurrida, autos y personas caminan yendo a sus respectivos trabajos, cumpliendo sus respectivas jornadas para ganar sus respectivos salarios, que muchas veces no han de bastar para sustentarlos.

Que ironía, ¿verdad? Las personas que más trabajan normalmente son las que menos ganan. Es como un ciclo vicioso o como una pirámide egipcia de eslabones, donde normalmente el esclavo, o en este caso el empleado, se parte la jodida espalda sólo para ganar unos cuantos dólares para poder pagar su alquiler o poder costearse una buena comida.
Bueno... En el caso de mi padre las cosas resultaron todo lo contrario, tal parece ser que él si se partió la jodida espalda para poder tener la empresa, no lo cuestiono, no, lo admiro, he visto a miles de hombres intentar tener lo que él tiene y simplemente fracasar, creo que fue muy afortunado.

Mi celular vibra dentro de mi bolsillo trasero. Hago una maniobra rara para poder sacarlo sin tener que soltar el café.
Finalmente lo saco y veo un mensaje de Tate.

"Vas a venir?" Pregunta.
"No"
"Ok"
Bloqueo el iPhone y me regreso a mi café.

Veo miles de rostros conocidos pasar enfrente de mi a través del cristal, son compañeros a los que nunca les he hablado y a los cuales no tengo intención de hacerlo.

La campanilla que está sobre la puerta de entrada suena, no puedo evitar voltearme para ver de quién se trata pero en eso caigo en la cuenta de que tengo poco tiempo para disfrutar de mi soledad.
Así que termino dándome la vuelta nuevamente sin haber visto quién entró.
-Un café- es una chica, o eso parece.

Miro el televisor y escucho las noticias, son aburridas como de costumbre.
Por el reflejo de la ventana me puedo hacer una idea de quién es la persona que ha entrado.

No sé su nombre, sólo se que va en mi mismo Instituto y que se apellida Calder, la he visto una que otra vez en los pasillos pero eso es todo, no hemos hablado ni nada por el estilo.
No he escuchado su nombre y no creo hacerlo ya que siempre se la pasa con sus amigas, que por mi gran suerte son amigas de Tate y siempre andan haciendo escándalo a su alrededor.
Tiene un cabello muy largo y oscuro tirando a rojizo, al igual que un flequillo chistoso.

La cajera le entrega su café y ella los dólares, agradece por ello y finalmente se va tan rápido como entró.
Le doy otro sorbo al café y reviso mi reloj.
Ya son quince para ocho, si me voy ahora puede que llegue a tiempo para el intercambio de clases.
Paso la cinta de mi maleta por mi hombro y me pongo de pie.
-Hasta luego- me dice la cajera.
Asiento con una sonrisa y abro la puerta.

Un gran aire frío me pega de golpe.
Cruzo mis brazos como si me estuviera abrazando, joder, en verdad hay frío. Me tiemblan los dientes y se me entumen las piernas, odio el invierno.
Siento como mi nariz se enfría con cada paso que doy.

Cuando él la encontró a ellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora