Capítulo 1

163 10 0
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

El agua, fría y gruesa, impacta con fuerza contra el duro y desgastado asfalto, aumentando las infinitas grietas de este y volviéndolo aún más irregular

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

El agua, fría y gruesa, impacta con fuerza contra el duro y desgastado asfalto, aumentando las infinitas grietas de este y volviéndolo aún más irregular. Un olor a humedad y tierra mojada se cuela por mis fosas nasales, obligándome a estornudar más veces de las que me gustaría. El aire es frío y fácilmente podría cortarte la piel si te mueves a través de él a más velocidad de la necesaria. Las nubes ennegrecidas convertían la tranquila noche es una pesadilla para todo aquel que no disponía de un techo cálido bajo el que resguardarse.

Un par de rayos cayeron a pocos metros de mi, asustándome y obligándome a encogerme aun más en mi lugar. En el pequeño espacio que había elegido como cama esta noche, aunque ni siquiera podría llamarse así. Solo se trata de un par de cajas grandes que malamente resisten a la feroz tormenta. Mi ropa gastada y ancha se encuentra completamente mojada, volviéndose pesada y adhiriéndose de forma molesta a mi delgado cuerpo. Este que tiembla de manera exagerada, que duele con cada ligero movimiento y que con cada segundo que pasaba se volvía más pesado.

Mi cabeza cae varias veces hacia los lados, lastimándome el cuello y asustándome cada maldita vez que el sueño parece pesar más de lo normal. No sé cuándo fue la última vez que dormí, pero cuando vives en la calle descansar no es un privilegio que te puedas permitir. La calle es peligrosa, está llena de saqueadores, personas crueles y sin escrúpulos que no dudarían en arrebatártelo todo con tal de demostrarte que, aún en la miseria, tienen más poder que tú. La desesperación convierte a las personas en seres egoístas y sin empatía, en animales primitivos que lastimarían a cualquiera con tal de sobrevivir.

Mi estómago gruñe, doliendo. Con cansancio estiro mi brazo hacia el pequeño paquete de galletas que, hace cuatro días, una señora dejó en mis pies mientras trataba de descansar. Me deshago del plástico, apreciando la última galleta que queda en el paquete. No dudo cuando la tomo y me la llevo a los labios, cerrando los ojos ante lo rico que se siente el sabor salado. Ni siquiera mantiene su consistencia, se encuentra blanda y húmeda, pero aún así se siente delicioso el bocado.

Desecho el paquete vacío a un lado y vuelvo a abrazarme con fuerza, aún con el hambre atenazando mis entrañas. Lo ignoro como todos los días y simplemente miro al frente, a la pared negra y sucia que se encuentra frente a mi. El callejón en el que he decidido pasar la noche es oscuro y sucio, un hedor repugnante baila en el ambiente y las ratas gigantes saltan de lado a lado cada vez que tienen oportunidad. Desde hace algo más de un mes, esos seres que todos creen repugnantes y a los cuales siempre tratan de asesinar, son mi única compañía. Poco a poco me he ido convirtiendo en algo tan desagradable para la sociedad como lo son esas ratas.

KEIR ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora