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"Mountain Dew dietética cariño, ciudad de Nueva York"

—¿Qué haces aquí, JiMin? — pregunta SeokJin, viéndolo desde el césped con una ceja enarcada. No puede creer que su hermano menor lo haya desobedecido nuevamente, nunca lo escuchaba y ya no sabía qué hacer.

—Estoy asegurándome de que realicen sus tareas y estén seguros, que no haya humanos alrededor.— responde JiMin como si nada, revoloteando en el aire. Sus hermosas alas transparentes van dejando destellos tornasol y su hermano relaja el semblante porque comprende sus buenas intenciones.

Desde hace un tiempo los humanos habían comenzado a entrar a sus tierras para atraparlos y venderlos, solo los altos rangos del reino hada sabían para qué querían a las criaturas mágicas. No era solo porque tenían mucho valor por su magia, sino que también les daban usos enfermizos.

Las hadas en su mayoría eran usadas como conejillos de indias para experimentos, las torturaban, las abrían, algunas eran comidas y otras tantas que eran compradas para ser usadas como juguetes sexuales.

—No debes estar aquí, es peligroso, vuelve al castillo y espéranos.— le ordena SeokJin, fijándose en las listas de materiales que lleva en sus manos. Sabe perfectamente que suena a reproche, pero solo no quiere arriesgar a su hermano menor —TaeHyung y HoSeok, apresúrense o se nos hará de tarde aquí.— sentencia el rey, dejando de ver a JiMin para ordenar a sus caballeros.

JiMin resopla al escuchar las palabras de su hermano mayor, aprovecha su distracción y retoma su vuelo para vigilar los alrededores del bosque. Solo era un príncipe, su hermano mayor era el rey y por ende SeokJin siempre estaba ocupado revisando las tareas de su reino. En cambio, él tenía mucho tiempo libre y lo utilizaba para proteger a quienes quería, a su manera.

—¡Miren, es el príncipe JiMin! — grita una pequeña hada, apuntando al pelinaranja con emoción.

Ella se encuentra con otros dos pequeños jugando en el lago cercano del bosque sin saber lo peligroso que es, son demasiado inocentes para siquiera imaginarlo.

Las hadas hacen tanto barullo que JiMin los escucha, se fija en donde están y desciende hasta que sus pequeños pies tocan el césped. Sus ojos grises se llenan de preocupación porque no deberían estar ahí, SeokJin se desmayaría si se enterara de que están fuera de la zona segura.

—Hola, no deben estar aquí pequeños, por favor vuelvan a sus casas.— les pide con dulzura, no pretende herir sus sentimientos o algo parecido.

—Estamos jugando a que somos sirenas, príncipe JiMin.— responde la niña, metiéndose en el agua y chapoteando con alegría.

JiMin asiente —Sí, eso es lindo, pero no es el sitio correcto, hay un lago en nuestro reino, aquí no es seguro.— le comenta, tomándola y alzándola para ponerla de pie. Luego le sacude las alas húmedas un poco, ya que si no están secas no podrá volar de regreso a su casa.

—No queremos irnos.— dice uno de los niños, cruzándose de brazos, molesto porque ellos solo quieren divertirse un poco, no ir al reino y que sus padres los mantengan encerrados como últimamente hacían.

El otro niño se le une y se niegan a irse, pero la niña los mira disgustada porque comprende que el príncipe JiMin solo quiere que lo obedezcan. Por lo que ella agarra a sus amiguitos y los intenta convencer de volver insistentemente.

—Está bien, nos iremos.— dice uno de los niños haciendo un puchero.

Ambos han cedido a la pequeña hadita y JiMin le sonríe en agradecimiento porque él no es muy bueno controlando multitudes como su hermano mayor.

𝓝𝓮𝓰𝓸𝓬𝓲𝓸𝓼 𝓶𝓪𝓰𝓲𝓬𝓸𝓼Donde viven las historias. Descúbrelo ahora