"El hombre perfecto"

6 3 0
                                    

Axel pasó de la mano de su amiga, Deborah, una rubia voluptuosa que había visto en internet y prometía dar un intenso momento de placer si de por medio había un moderado monto de dinero. Atravesaron el living rápidamente por si por esas ruines casualidades Edith se despertaba y los veía, pero no, estaba sumergida en un sueño profundo, sola hasta hace unos segundos.

Subieron las escaleras, los pies golpeándose sigilosamente en los escalones parecían el galope de un caballo. Al atravesar el pasillo corto, ingresaron a la habitación.

Axel, la tomó de la cintura y le besó el cuello, luego sus manos enfurecidas apretaron sus senos y luego sus nalgas. La desvistió rápidamente mientras ella le bajaba el cierre de su jean y sacaba su pene erecto. Una acción llevó a la otra y cuando quiso acordar, Axel estaba sobre Deborah, penetrándola con fuerza, vigor e ira en el piso de la habitación. Los gemidos aminorados se retumbaban en las paredes pero no las atravesaban. Después, todo terminó. Y volvió a empezar, una vez más.

Creyeron que la puerta estaba cerrada, pero en realidad estaba entreabierta y a través de la fina pero agraciada rendija se proyectaba la visión fantasmal de un ojo de plástico tan curioso, como diabólico.

Maia volvió a las tres de la mañana, antes de hacer nada, fue hacia la habitación de su hija para verificar que se encontraba bien. La vio plácidamente dormida, su rostro perfecto otorgaba ternura a quien lo veía. Fue hasta ella y le dio un beso en la mejilla, la arropó y acomodó a Maddie, quien descansaba sobre su brazo pero mantenía su cara pícara.

Subió las escaleras y vio a Axel dormido en la cama, por un momento, pareció darle la misma ternura que Edith y por primera vez pensó en lo difícil que era su lugar como esposo, padre y hombre de la familia; "si hubiese sido otro hombre, seguramente ya me habría votado o se buscaría a una amante para que le dé el placer que no le puedo dar", pensó valorándolo y poniéndolo en el pedestal de "El hombre perfecto".

_ Ya todo mejorará, amor. Estoy dispuesta a buscar ayuda médica.

El sol se comenzó a asomar por el horizonte medio campestre cerca de las seis y media de la mañana, corría un viento fuerte, atónito y tormentoso. Maia decidió dejar en la cama a Edith, se podría enfermar si la llevaba a la escuela con una helada como la que cruzaba sobre ellos.

Tres horas más tarde, todos desayunaban cereales y tostadas con mermelada en la mesa del comedor.

Edith había protestado para que Maddie se siente a su lado y como su madre no soportaba sus tenaces insistencias, terminó cediendo a la voluntad de su hija; aunque le recordó que no es de buena educación poner muñecos en la mesa.

_ ¡Maddie no es un muñeco, es mi amiga! –le gritó

_ ¡Hey! Ya basta, niña. Tu madre ya te ha dicho que no le gusta que le grites de ese modo. –Dijo Axel tragando los cereales mojados en leche

Edith se puso de pie, tomó con determinación su tazón de leche y se lo lanzó con fuerza a su padre. El plástico rebotó en su frente y lo empapó de leche.

_ ¡Y a mí no me gusta que hablen así de Maddie! ¿Entendiste? ¡Maldito infiel!

Todo el mundo parecía haber entrado en alguna especie de shock al ver la reacción de Edith. Sus padres habían quedado mudos, no entendían de dónde su hija había sacado tanta agresividad y cómo había aprendido las palabrotas que acababa de decir.

_ Ed... Edith... dijo Maia soltando la caja de cereales al piso ¿Cómo te atreviste? Te desconozco...

En el momento que Maia iba a emitir la siguiente pregunta, Axel se levantó poseído por una ira indescriptible, necesitaba poner en su lugar a su hija que de un día para el otro, actuaba con rebeldía, gritos, insultos y agresiones. Le tomó fuerte del brazo y alzó la otra mano para pegarle una palmada.

Historias de terrorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora