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YoonGi estaciona y baja de su motocicleta a toda velocidad, entra al edificio y sube al elevador, en el cual iban subiendo algunos de sus vecinos. Baja en su respectivo piso, importándole poco que lo siguieran con la mirada por su notoria erección. Solamente había cuatro departamentos en cada nivel y nadie más bajo en este, eso lo tranquilizo porque no podía ocultar más su gran bulto.

Al introducir su contraseña y abrir la puerta, pudo ver que su precioso novio estaba tal como le había dicho: justamente en la entrada de la puerta, posicionado en cuatro y exclusivamente con el mandil de holanes puesto.

—Minnie.— gruñe, sintiendo brincar su erección.

JiMin asoma un poco su rostro sobre su hombro para sonreírle, menea su culo alzado y se propicia a sí mismo una sonora nalgada. Se había preparado, apenas escuchó el motor de la motocicleta llegar, aunque no solo a él, sino también la comida que planeaba utilizar en unos momentos.

YoonGi jadeo al ver sus movimientos, el tatuaje que llevaba su nombre en la nalga derecha de su novio había quedado rojizo por el golpe, su hermosa piel perlada y maltratada le encantaba.

—¿Qué pasó Gi? ¿No vas a castigarme? — curiosea JiMin con voz seductora.

—Claro que sí, amor.— responde YoonGi, acercándose y tomándole por los cabellos castaños para alzarle el rostro —ponte de pie, ¿O prefieres que te arrastre? — pregunta, golpeando el interior de su mejilla con la lengua.

JiMin asiente como puede —En la sala.— pide sumisamente.

YoonGi sonríe a medias con malicia, esa maldita dualidad de su chico lo ponía mal y no había que dejarse engañar... JiMin amaba ser tratado así. Todo el que lo viera en este instante lo sabría, lo demuestra su rostro sonrojado, sus pupilas dilatadas y la forma en que muerde sus pomposos belfos por la emoción.

—¿En la sala?— duda, molestándolo un poco.

—Sí... por favor.

—¿Por favor qué cosa, precioso?— insiste.

—Arrástrame hasta la sala, como si fuese tu mascota y fóllame hasta dejarme completamente relleno de tu delicioso semen.— ruega JiMin, temblando de placer por el simple hecho de imaginárselo.

YoonGi se agacha a su altura sin soltarlo, le toma el mentón con la mano libre y le delinea su boquita con la punta de la lengua. Luego de eso, hace lo que le pidió, lo arrastra solo unos metros y lo deja en el tapete felpudo que tenían en la sala, delante del enorme ventanal que daba directo a la calle.

JiMin siente que es liberado de sus cabellos y alza su rostro para ver a YoonGi sentándose en el sillón, rápido se pone de rodillas entre sus piernas. Es divertido ver como su novio cumple sus caprichos, lo complace en todo lo que dice, aun si es una locura como el maltrato y sus gustos sexuales con comida.

Nunca había encontrado a alguien que lo complementara tan bien, tan enfermizamente correcto y eso lo volvía loco.

—Espera aquí, te serviré la comida.— pide, mirándolo fijamente a la vez que le acariciaba los muslos —quítate la ropa para cuando venga— agrega y se pone de pie para dirigirse entre saltitos a la cocina.

YoonGi no entiende muy bien qué pretende, pero conociendo a su novio algo debía estar planeando con antelación y solamente lo dejaría ser, igual disfrutaba de sus juegos. Se acomodó mejor en el sillón, abriendo más sus piernas y comenzó a desabrochar tanto su cinturón como su pantalón, se los quitó sin dificultad junto a su ropa interior y siguió con su camisa.

JiMin salió de la cocina ya sin delantal y con una bandeja de metal en sus brazos, vio a su novio desnudo esperándolo, pudo ver que su pene estaba igual de animado que el suyo y se relamió los labios. Se acercó a la mesa de madera que tenían en el centro de la sala y dejó en una orilla lo que traía para poder subirse y colocarse acostado sobre ella como si fuese un plato.

𝓓𝓾𝓵𝓬𝓮𝓼 𝓰𝓪𝓵𝓵𝓮𝓽𝓲𝓽𝓪𝓼Donde viven las historias. Descúbrelo ahora