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Daemon se había llevado a Baena y a los niños a King's Landing, después de lo que había sucedido no quería quitarles el ojo de encima. Había sido una pérdida muy fuerte para ellos, en especial para su hija.

La noticia de que el pequeño Aelyx Velaryon había muerto, era un completo escándalo, pocos conocían al príncipe y esas personas que lo hacían, les dolía en cierta parte ya que sabían que era un ser de luz y tranquilidad que había sido involucrado en una pelea que no le convenía.

Varios decían que este acto tan cruel no podía ser de los dioses, se negaban a creer que un pequeño tuviera que pasar por un suceso tan terrible como morir por el trono. Algunos apoyaban a Rhaenyra, pero en secreto había otros que aclamaban a Daeron como su rey.

Sir Erryk se reverenció ante Daemon.

—Mi rey, ha llegado una caja de parte del príncipe Lucerys.

El platinado puso los ojos en blanco.

—Ni siquiera se digna a hacer acto de presencia habiendo su hijo muerto.

—¿Qué hago con la caja, mi rey?

—Tráigala ante mí.

Él asintió y fue a buscarlo con tranquilidad. Al volver, colocó la caja a los pies de Daemon, este sacó su espada y cortó las tiras que la amarraban. Rhaenyra que había llegado al salón, se percató de que su esposo estaba abriendo la caja sin soltar su espada, al abrirla completamente, su expresión serie se volvió al impresionada.

—Daemon, ¿qué es?

Este levantó su rostro mirando a su esposa, para luego voltear la caja y hacer que la cabeza del primogénito de Daeron rodará hasta los pies de la reina.

Rhaenyra observó aquel acto.

—Tú hijo hizo esto.

—Está vengando a su hijo, Daemon.

—No me he quejado de aquello, al menos hizo algo por su hijo después de un año.

Nyra suspiró.

—¿Algún rastro de él, sir Erryk?

—Solo entregó la caja, dijo que no podía volver aquí sin antes hacer algo más, su majestad.

Ambos platinados se vieron sospechando a que se refería con aquellas palabras.

Muchas personas narraban cómo había sido la presencia del príncipe Lucerys en el hogar de su tío, su entrada había sido como si vieran a un joven Príncipe Canalla o a un Maegor, decían que en sus ojos se podía notar la sed de sangre, la manera abrupta que acabó con todos los guardias que cuidaban el lugar para tan solo llegar a la habitación de Jaehaerys, el cual disfrutaba de su maravilloso festín.

Muchas personas dicen que fue un alivio que Maelor no se encontrara allí ya que la furia que sentía Lucerys no le hubiera importado acabar con otro niño que compartiera la sangre de Daeron.

Se dice que el príncipe Jaehaerys trató de luchar contra Lucerys, pero el mayor tenía tantos conocimientos que había aprendido en sus años de vida que apenas tuvo la oportunidad le arrancó la cabeza al hijo de Daeron.

Los gritos de las criadas y de Alicent eran terribles, pero eso jamás le importó. Tomó la cabeza del niño y se la llevó con una sonrisa en su rostro mirando de una manera que heló a todas las mujeres de allí.

Lucerys nunca olvidará las palabras de Alicent cuando lo vio salir de aquella habitación. Lo había insultado, pero no le había importado, quería demostrar lo que sucedía cuando se metían con su familia y no le importaba a quien debía morir para demostrarlo.

La Princesa Rebelde || Lucerys VelaryonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora