Capítulo 1

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Catedral de San Basilio, el Vaticano.

Maive es una joven de 20 años de edad. Sin embargo, es objeto de críticas por los opositores al gobierno de Luv.

Se cambió de carrera a medio semestre. Hubiese sido mejor que mi hija estuviera en el cargo, no ella.

Susurraban a su alrededor y ella, estando a millas de distancia, los escuchaba. Sobre todo a ese profesor que le dijo que ¿Fue un error de tipeo y por eso se equivocó de carrera? Nunca hubiera logrado minimizar esa voz si no hubiera tomado su salud por encima de la carrera, por la que aguantó tanta humillación de parte de los académicos y académicas de su universidad. Miradas de lástima. Miradas de horror. Sin embargo, al fijarse en las personas que la apoyaban a ojos cerrados aún cuándo cometió el mayor error de su vida, ellos estaban ahí siendo su sostén. En su vida nunca les terminaría de agradecer.

Lo que hago aquí es decirles que Maive tuvo su vida antes de estar parada en la Catedral de San Basilio disfrutando de paz, oliendo ese aroma a antigüedad, escuchando el viento que trae buenas nuevas a su vida. Lo disfrutaba, sin embargo se prometió seguir buscando su lugar, aunque eso le costara la vida, iba a morir feliz.

- Es hermosa esta necesidad de apogeo. ¡Hasta me siento como nueva!.-

Le decía una anciana que usaba lentes de sol y un sombrero de paja sofisticado en su cabeza.

Maive se lamentaba tanto tanto haber escuchado a las personas que ella desviaron a propósito de su camino, que disfrutaba a las personas que le traían paz a su vida. Aprendió a disculparse con ella misma. A no autolastimarse al torturarse con la imagen de su nana gritándole sobre la deuda que surgió debido a haber cambiado de carrera, aunque nunca pasaba, el temor de que su papá o siquiera su familia se viese aún más lastimada por sus acciones. Su cabeza le decía que estuviera preparada. Siempre. A pesar de ella y sin autocontrol.

- La estructura de las catedrales de las iglesias son bellas. Aún más lo es la templanza que me muestran.-

La anciana la miraba sonriente. Se imaginaba a ella misma bailando con un hombre que hubiera pedido su mano en un baile, que los violines y sus corazones giraran al compás. Los demás absortos en su amor y ella muriendo por su amor.

- Me alegro mucho de que estés disfrutando. Disfrutar debería ser nuestra frase predilecta, ¿No crees hija?-

Maive sonreía mirando hacia el techo de la catedral. Su mente estaba tan despejada. Sin embargo, se acordó de que en un día de lluvia estaba sentada en su pequeño escritorio con tarea que hacer, sin embargo prefirió escribir su propia historia porque se encontraba segura de que eso la ayudaría a sanar. A sentirse completa, sana y de que sería autocomplaciente.

MARTUYESS

Para ayudarnos a sanar.

Si quieren hablar, estoy aquí para escucharlos. Estoy segura de que hubiera querido ser escuchada sin prejuicios.

Lagunas de poder ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora