Capítulo 2. La ciudad blanca

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Durante dos semana estuve caminando entre las calles de la "Ciudad Blanca", nombre con el que se conoce a Mérida, para tener sexo con Mark. Lo hacíamos en todas partes de la casa: el sofá, la terraza, el piso, la piscina... incluso si su marido se encontraba en el piso de arriba no nos importaba, ambos seguíamos en lo nuestro; creo que la excitación de saber que era primerizo le calentaba a él, y a mi, la satisfacción de saber que mi primera vez fue con un extranjero estadounidense. Recuerdo cuando lo hicimos frente a un gran ventanal de vidrio polarizado mientras las personas de la calle pasaban frente a nosotros, ahí descubrí que me encantaba el exhibicionismo.

Sin embargo, llegó el tiempo que Mark debía regresar a su país, y al terminar nuestra última ronda de placer, él se apoyó en mi pecho mientras con su mano acariciaba mi abdomen. "¿Por qué me elegiste?", le pregunté con cierta pena, pues no me creía la situación en la que estaba. "Eres apuesto, me gustan tus ojos negros al igual que tu cabello y tu cuerpo, pero sobre todo tu aguante en la cama. Realmente sigo sin creer que no hayas tenido sexo a esta edad"

El cuarto permaneció en silencio un instante, pues yo mismo tampoco podía creer la experiencia que me estaba perdiendo encerrado en casa. Por un instante pensé en que si lo hubiera hecho antes hubiera aprovechado mejor mi tiempo con las personas que me llamaban la atención, y recordé mi vida en el pueblo, un estilo campirano, dedicados a la misa del mediodía donde ser gay quizá ya no sea tan condenado, pero sí muy juzgado.

"Nunca tuve el interés de hacerlo antes, tampoco me arrepiento de ello" le respondí mientras estábamos desnudos en la cama. Y realmente no me arrepiento, siento que hacerlo a mi manera y en mi tiempo fue lo correcto, pues no me hubiera imagino lidiar con algo así hace dos años, cuando tenía 20 años.

-Gracias por darme la oportunidad de experimentar contigo, espero verte de nuevo. Espero que esto siga así- le susurré mientras él me miraba fijamente, con una expresión de tristeza.

-Soy una persona muy emocional, Daniel- me comentó- realmente te aprecio mucho, y no olvides que tus clases aun están comenzando, cuando regrese te seguiré dando lecciones.

-Te esperaré

-No lo harás, no podrás hacerlo- me dijo tajantemente.

Miré a Mark asombrado, pues su seguridad era demasiada. El prosiguió: "Estás en la edad de tener sexo seguido, es normal, tampoco quiero que me esperes y te hará daño. De todos modos aunque no quieras, la oportunidad vendrá a ti, eres un chico muy apuesto y lindo"

A través de la ventana, veíamos cómo el sol se ocultaba entre las casas coloniales de la ciudad, anunciando la llegada de la noche. Ambos nos levantamos, tomamos un baño juntos y  nos besamos como una manera de despedirnos. Al estar a punto de irme, Mark se acerca a mi y me abraza: 

-Eres un chico muy maduro para tu edad, no cambies eso, eres especial, eres diferente a varios jóvenes que me he encontrado

Yo, sin decir una sola palabra le correspondo el abrazo y le digo "goodbye". Una vez salí de su casa, caminé entre las banquetas de aquel bello centro histórico de la ciudad. Tomé el bus en dirección a mi hogar. Mark tenía razón, no pude esperar... 



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