Mi amante está sobre mí, besándome por el cuello mientras tengo mis piernas a su alrededor.
Estrecho su espalda con mis manos, sintiendo sus músculos fuertes.
Él mueve su pelvis, y yo gimo, pidiéndole más.
Pero cuándo me muestra su rostro, descubro que el hombre con el que estoy teniendo sexo, es:
—Laurie...
Despierto, jadeante y sudorosa.
Miro el reloj pegado en la pared que tengo al frente, son las 11 de la mañana, del día sábado.
Me paso las manos por mis cabellos enmarañados, mientras evoco las partes de ese sueño. No es el primero que he tenido, desde nuestro encuentro en el supermercado no he dejado de pensar en él. En sus ojos desafiantes, y su voz, grave, tan sensual... Aunque es joven, goza de mucha confianza en sí mismo. Laurie me intimida y excita más de lo que lo han hecho la mayoría de sujetos con los que me he acostado desde que perdí la virginidad.
¿Cuántos han sido?
Al estar en la ciudad me descontrolé, y empecé a llevar una vida promiscua. Creo que fue mi forma de lidiar con la perdida de mi primer amor. Aunque mi psiquiatra asegura, está más asociado a mi baja autoestima, que busco aceptación al acostarme con imbéciles.
Estoy temblando, y estiro la mano buscando el envase lleno de pastillas. Luego recuerdo que no las he comprado.
«¡Maldición!».
Dejo la cama, me dirijo al baño. Me echo agua por el rostro, y me cepillo los dientes.
He adquirido un bonito bronceado, en estos días que llevo en el pueblo. Mis mejillas se ven rosáceas, aunque aún tengo ojeras debajo de mis ojos.
Cojo una liga elástica, y con esta, me amarro el cabello.
Hago pipí, me limpió mis partes íntimas. Siento un estremecimiento, cuando me rozo los labios vaginales con mis dedos.
Permanezco excitada, pero, no quiero volver a masturbarme.
Ya no me es suficiente, ¡necesito más!
Quiero a un hombre...
Salgo del baño, busco ropa dentro de mis maletas. La mayoría está sucia. Soy perezosa y aún no he hecho mi lavandería.
Tomo una playera, que es negra, de mangas cortas y tiene un estampado de Oasis (una vieja banda de rock que me gusta), luego agarro unos pantalones cortos de jean, y me calzo mis zapatillas deportivas.
Tengo hambre, y en la nevera de mi cuarto no hay nada más que agua, y unos envases con yogur.
Atravieso el área de piscina, y entro a la parte de la casa, que ocupan mis padres. Está solo, y en la cocina, encuentro todos los ingredientes para prepararme unas panquecas. Las hago, y les coloco un montón de sirope de chocolate y mantequilla de maní encima. Estoy por dar el primer bocado, cuando mi mamá aparece, y viene acompañada.
Al principio, lo confundo con algún empleado. Porque está cargando varias cajas, que le tapan el rostro.
Después, cuando las pone en el piso, y posa sus orbes en mí, siento que me falta el aire.
—Kristen... —dice mamá. Quien ha notado mi poco saludable desayuno—. ¿Buscas tener diabetes? —me regaña, y me quita el plato de las manos—, dame eso, que te voy a preparar unos huevos revueltos.
Aprieto mis puños, la cara me arde. Estoy enfadada, odio que tenga este poder sobre mí. Es como si yo volviese a ser esa niña, que estaba tan sobreprotegida que cuando finalmente pudo entrar al mundo real, cayó en una crisis mental.

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Summertime Sadness: Amor de Verano
RomanceCuando el novio de Kristen falleció inesperadamente, su mundo se vino abajo. La culpa de su muerte recayó sobre ella y, tras la graduación de preparatoria, huyó del pueblo. Sin embargo, al perder su empleo y enfrentar problemas financieros, decide v...