—Odia la impuntualidad —informó el ama de llaves conforme recorría el interminable pasillo.
—Sí, señora.
—La arrogancia, la impertinencia y la cabezonería...
—Sí, señora.
El ama de llaves paró un instante y observó a la joven detenidamente.
—Excepto por su apariencia algo descuidada, es la candidata que mejor valoro para la educación de nuestra señorita Liliana. ¿Para qué familia ha trabajado anteriormente?
—Los Parker, señora.
—¿Parker? ¿En esta ciudad?
—Residen en las afueras...
—No conozco en absoluto ese apellido.
—Quizá sea porque no frecuentan la ciudad.
—Santo cielo... —suspiró el ama de llaves con horror. Se detuvo en una puerta y se volvió hacia la joven—. Le deseo suerte.
Cuando accedieron a una biblioteca de dos plantas que comunicaban una hilera de inmensas estanterías de madera oscura, el ama de llaves indicó a la joven que permaneciera en el centro de la estancia. Una mujer de pelo canoso aguardaba sentada en una butaca de espaldas a ellas.
—Mi señora, le presento a la candidata número quince. La señorita Lambert —anunció el ama de llaves.
Jonathan Collins conocía que mitad de la ciudad lo detestaba, y la otra mitad lo deseaba, la cual sin ninguna excepción era formada por mujeres. Es bien sabido que poseía la sonrisa, la altura, el físico, el carisma y, lo que sin duda más importaba, la riqueza más atrayente e influyente de toda la ciudad. Bien podría decirse que de todo Inglaterra. Resultaba evidente que él prefería de igual modo una buena mujer que una botella de whisky o, en su defecto, licor.
—¡Oh, señor Collins! —exclamó la anciana doncella conforme trataba de ir tras él.
—Marie... —gruñó Jonathan sin detenerse.
—Borracho de nuevo —murmuró una doncella desde lo alto de la escalinata del vestíbulo.
—¿Cómo lo sabes? —quiso saber otra doncella.
—Maldita sea, Martha. ¿No oyes el hipo?
Jonathan soltó un sonoro bufido y elevó la vista hacia donde se encontraban las doncellas, las cuales desaparecieron al instante tras inclinarse en una rápida y corta venia.
—Marie, me gustaría ver a mi madre —ordenó Jonathan con un tono curiosamente amable.
—Hace muy buen día. ¿No lo cree así? —preguntó Marie aferrándose a su brazo.
—¡No me hagas perder más el tiempo! ¡Deseo verla ya!
—Oh, diría que es imposible. Se encuentra reunida en estos mismos momentos.
—¿Reunida? ¿Con quién?
—¿Desea té, caldo, alguna infusión...? —ofreció el ama de llaves.
—No. Gracias, Louisa —declinó Elizabeth—. Siéntese, señorita Lambert. —Le indicó el sofá de enfrente—. Me gustaría hablar con usted y conocerla mejor. Mi nombre es Elizabeth Collins. Tanto mi ama de llaves como yo guardamos alguna duda acerca de su anterior puesto.
—¿Qué desean saber? —preguntó la joven con seriedad mientras se acomodaba.
—Louisa me ha informado de que no forma parte de ninguna agencia. Tampoco ha sido recomendada...
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Eternas cicatrices
RomanceLeal, apasionado, y dispuesto a proteger ante todo su gélido y angustiado corazón... Soltero cotizado, amante de las peleas clandestinas, la bebida y las mujeres, Jonathan Collins es incapaz de desempeñar sus responsabilidades y obligaciones como vi...