Capítulo dos

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Pov José de la Margarita

Eran las seis de la mañana, y como siempre a esa hora, mi despertador me sacaba de mis más profundos sueños. Suspiré con cansancio y me senté en la cama. Miré un momento el móvil, pero no tenía ninguna notificación... Después, fui en dirección a mi cocina para prepararme algo de desayunar: una tostada con mermelada de fresa.

Al terminar de comer fui en dirección al lavabo, no sin antes saludar a mi querida rata Eugenia, mi única compañera en esta solitaria casa. Le puse algo de comida y luego me fui a lavar los dientes.

Me vestí con un atuendo de mi estilo típico: una camisa medio abierta y unos tejanos. Agarré mi maleta y miré la hora, dándome cuenta de que si no salía ya llegaría tarde, y a decir verdad no quería darle una mala impresión a Pere... Bueno, ni a Pere ni a los demás profesores.

Salí de mi pequeña casa subido en mi coche amarillo plátano para irme en dirección al estacionamiento de los autocares.

Al llegar, me junté con los demás profesores y comencé a contemplar cómo los alumnos se despedían de sus familias, esa escena triste que tenía lugar cada año en estas fechas, pero tan pronto como los chicos estaban a bordo del autobús, su pena se esfumaba.

De repente, mis manos comenzaron a temblar a causa de una enfermedad llamada Parkinson, mas por suerte lo mío era un caso muy leve. Era molesto y desagradable ver cómo mis alumnos se reían de ello.

Pero en ese momento, no le di mucha importancia y me giré hacia mis compañeros. No pude evitar mirar a Pere de arriba a abajo, la ropa que llevaba hoy era muy bonita y le quedaba bastante bien, se veía mejor que nunca... Tan pronto como me percaté de mis pensamientos, hice un gesto de confusión. Que yo supiera, yo no era gay. Pere me sonrió y yo le sonreí.

Volví a mirar a los alumnos fijándome en Martina, Alberto y Lucrecio. Iban acompañados de otros chicos del curso: María, Emilia y Fran.
María era una chica bastante bajita y algo llena, de pelo corto y marrón... Como la mayoría de chicas en España, vamos. Sus notas no eran las mejores: muchas veces suspendía y tenía que recuperar a final de curso, pero al menos era agradable y amable. Siempre llevaba prendas de ropa, gorras e incluso auriculares de Super Mario Bros, al parecer era muy fan de ese juego. El otro día escuché a Alberto explicándole a Lucrecio que se sentía muy incómodo junto a ella, ya que María se le declaró varias veces y seguía enamorada de él, siendo rechazada en todas.

Emilia era otra chica, ella era de estatura media y estaba muy delgada, también era bastante pálida. Solía llevar ropa militar y una chaqueta verde. Nunca se traía desayuno porque disfrutaba comiéndose las cosas de la basura... Era muy rara, pero era graciosa.

Fran era un chico callado, pero muy simpático. Tenía un flequillo largo y sus notas eran normales. Su forma de vestir era muy normal, no había mucho que destacar de él.

Pude escuchar un poco de lo que hablaban, pero dejé de prestar atención al darme cuenta de que hablaban de South Park, una serie que a mí personalmente nunca me gustó. Era demasiado obscena para mi gusto.

—¿Emocionados por las colonias? —Preguntó Raquel, sacándome de mis pensamientos. Ella era la profesora de tecnología y la líder de un servicio del instituto llamado "Punto arcoíris", era un lugar donde la gente de la comunidad LGTBIQ podía asistir para ser escuchada y ayudada.

No sabía cómo de un momento para otro me quedé a solas junto a Pere. Podía ver que Raquel iba hablando con los alumnos, siempre intentando caerles bien. Marta y Alfredo recogían las autorizaciones de los aproximadamente cien niños que convivirían durante la próxima semana. Miré de nuevo a Pere y comencé a hablar con él. No podía deshacerme del sentimiento de nervios que recorría mi cuerpo entero.

Comenzamos hablando sobre quién iría en cada autocar y decidimos ir juntos, aunque finalmente acabamos hablando sobre bitcoins y ese tipo de cosas que a Pere tanto le gustaban.

Diez minutos después ya habían llegado los tres autocares, e internamente deseé que hubieran tardado un poco más en llegar; la conversación era demasiado interesante como para dejarla ahí.

Al segundo, ya podías ver a los alumnos acumulándose para dejar su maleta. Una vez todos terminaron de guardar sus cosas, comenzaron a meterse dentro del autocar... Pere y yo no fuimos la excepción, también subimos.

Tan pronto como el vehículo empezó a moverse, los alumnos comenzaron a gritar emocionados... No duraron ni cinco minutos, pues esos chillidos se desvanecieron cuando comenzaron a poner himnos de equipos de fútbol en un altavoz que algún gamberro se había traído. Ya me estaba poniendo muy nervioso y eso que aún quedaban dos horas de viaje. Mis tembleques comenzaron a hacerse más brutales a causa de la situación, Pere se dio cuenta de eso y colocó una mano en mi hombro. Sin quererlo, me puso más nervioso y no pude evitar ruborizarme un poco.

—Tranquilo, José —Dijo él con su típica voz calmada. —Tarde o temprano pararán —Pere sonrió y me ofreció un auricular. —¿Ponemos música? —Me preguntó amablemente. Tal vez pensaba que eso me relajaría, cuando la verdad es que no. Aun así, acepté y me puse el auricular inalámbrico.

Nos pasamos todo el viaje escuchando la música del gusto de Pere en silencio. No me disgustaba, es más, no estaba nada mal, y al final sí que consiguió que me calmara un poco. Deberíamos estar vigilando a los chavales, pero este momento se sentía demasiado bien.

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⏰ Última actualización: Jun 09, 2023 ⏰

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