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𝐂𝐇𝐀𝐏𝐓𝐄𝐑 𝐎𝐍𝐄

La noche era fría, y la calle en la que había estacionado un auto algo malgastado era solitaria y oscura. Las únicas personas que eran visibles en aquel solitario vecindario eran una chica y un señor, algo mayor. Ambos estaban llevando unas pequeñas maletas hacia la entrada de una casa pequeña, algo decorada con algunos maceteros colgados del cobertizo y otros en una ventana extrañamente tapada con madera, los cuales se veían difíciles de quitar por estar clavados con clavos mal gastados entre la pared y ventana.

El señor y la chica habían dejado dos maletas y una gran mochila negra a la puerta de la casa. El único que mostraba señales de consciencia era el señor, de bigote y uniforme azul oscuro. La chica solo se quedó parada, tocando la puerta como si estuviera buscando algo.
-¿Segura que no necesita más ayuda, señorita Romann? -preguntó el señor agarrando su gorra, algo preocupado- Necesito saber que estará bien si no la ayudo hasta el resto de la noche.

La chica no respondió. Ella solo tocaba la puerta con sus dedos. Ella siguió así hasta tocar algo. Ella agarró delicadamente la perilla y la siguió tocando. Se dió cuenta de que necesitaba la llave para abrirla.

-¿Podría hacerme el valioso favor de abrirme la puerta, oficial? -dijo aquella chica apartándose un poco de la puerta, retrocediendo con pasos firmes y delicados.

El señor se acercó a la puerta, y saco una llave de su bolsillo. Él abrió la puerta hacia adentro y se apartó para mirar a la joven.
La chica tenía la vista perdida, sin mirar a algún punto fijo. Ella al escuchar la desgastada y ruidosa puerta abrirse, levantó su brazo, como si estuviera buscando algo.
El señor, detrás de ella, agarró las maletas y la mochila, y con dificultad siguió a la joven.
El lugar parecía muy limpio, sin nada de polvo, y había unos dos sillones tapados con unas mantas blancas, para evitar que les pase algo.

La chica siguió avanzando lentamente, hasta sentir que su mano tocaba la pared.
La chica le dió una señal al señor, que este enseguida entendió y le dió un bastón guiador, la cual esta la puso en el piso y la empezó a mover de lado a lado.

-Señorita... ¿Quiere que la ayude en algo más? -pregunta el señor en un tono más calmado, pero mirándola con preocupación.
-Puede retirarse, señor Lavour. Sé cómo ocuparme yo sola.. Después de todo, he practicado lo suficiente.

El señor oficial se la quedó mirando un rato, pero luego el dió un largo suspiro y dió media vuelta para dirigirse a la entrada de la casa.
-Cualquier cosa, puede llamarnos.. ¿Ya se sabe el número?

-Sí -contestó ella rápidamente, agarrando la mochila negra que estaba a su lado en el suelo.

El señor bajo la mirada respetuosamente, y cerró la puerta con cuidado antes de volver a dedicarle una mirada preocupada a la chica.

La chica, al sentir cómo el oficial la dejaba sola, esperó unos segundos acercándose hasta la puerta con el bastón, para poder escuchar el auto del señor.
Cuando finalmente lo escuchó, ella dió un suspiro pesado y golpeó un poco su cabeza contra la puerta.

-Viejo asqueroso... -dice la chica maldiciendo, para luego acercarse un poco torpe a los sillones con el bastón. Ella le quita las mantas a cada uno para tirarlas al piso sin importancia, y se tiró al sillón para acostarse de espalda y suspirar cansada y aliviada.

Ella solo quería una buena botella de cerveza y quizá fumar algo mientras escuchaba Wannabe de Spice Girls y bailaba borracha y torpemente.
Aunque bueno, eso lo hacía y podía hacerlo cuando estaba en su asilo.
Ahora que su familia ya no quiere hacerse cargo de ella, la expulsaron de su asilo como consecuencia.
Annie había sido protegida y muy consentida por su familia bastante adinerada, que cubría los gastos que ella hacía.
Comprar productos prohibidos no le hacía ni cosquillas a la billetera de la familia Romann.

La chica de cabello corto levantó su mano para levantar sus dedos corazón e índice y hacer como si tuviera un cigarrillo en la mano, para luego hacer como si lo estuviera fumando.
Ella extrañaba esa sensación. Ahora que no tenía ningún compañero de cuarto para que le encendiera un cigarro, solo podría extrañar el inhalar el humo.

Ella empezó a dejar de extrañar el fumar, y empezó a extrañar la compañía.

Annie siempre estaba acompañada de alguien para hacer sus travesuras en las fiestas. Ahora, no tenía a nadie.

La chica suspiró, y cerró sus ojos, pues se le estaban empezando a secar.
Sus ojos se pusieron vidriosos cuando los cerró, y sintió un picor.
Los había mantenido mucho tiempo abiertos.

Supuso que le sería difícil conseguir algún tipo de compañía. Después de todo, ¿quién querría estar con una amargada con una discapacidad como esa?

La chica quiso creer que tocaban su puerta, y unos entraban a su casa para tomar botellas de cerveza cara, fumar marihuana y escuchar música de los 2000's.
Eso ya no podría ser posible, nunca más.













𝙋𝙡𝙖𝙜𝙪𝙚  |  𝘑𝘰𝘩𝘯 𝘋𝘰𝘦 𝘈𝘜 . [CANCELADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora