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Hoy hacía un día soleado en la finca de las mariposas. El viento soplaba, moviendo ligeramente los cabellos azabaches de un joven chico que estaba sentado en el jardín de la finca después de su revisión médica.
Muichiro Tokito siempre era obligado por la señorita Kocho Shinobu a hacerse una revisión médica cada día por la tarde para comprobar que estaba bien de salud y tomaba sus medicinas. A este siempre se le olvidaba, así que su cuervo, Ginko, se lo recordaba y le indicaba el camino. Tenía que ir sí o sí, o si no, te pasaría como a Sanemi: te amordazaban y te llevaban cargando a la finca los Kakushis.
Ahora mismo, Muichiro estaba tranquilamente sentado en el borde del jardín de la finca con una flor en sus manos, arrancando levemente sus pétalos.
—Me quiere... no me quiere... me quiere... —repetía mientras tiraba de los pétalos. Anteriormente había visto a varios chicos y chicas enamorados hacerlo, incluso al Pilar de la Serpiente, Obanai Iguro. No se esperaba eso de él; antes pensaba que eso era una tontería innecesaria que no servía para nada, pero ahora no lo podía evitar ya que se encontraba perdidamente enamorado de Tanjiro Kamado.
—¿Hmn? Ese es Tokito-kun... —dijo un joven pelirrojo que también venía de una revisión de la señorita Kocho. Tanjiro se acercó sigilosamente a Muichiro sin que este se diera cuenta, ya que estaba centrado en lo suyo.
—Me quiere... no me... quiere... —susurraba Muichiro mientras tiraba del último pétalo que decía "no me quiere", lo que lo deprimió un poco. Estuvo a punto de levantarse e irse cuando sintió una presencia detrás de él.
—¿Qué haces, Tokito-kun? —preguntó Tanjiro detrás de Muichiro al oído, lo que al azabache le dio un escalofrío y se le enrojecieron las mejillas. Su primer impulso de supervivencia fue golpearlo con el puño en el estómago.
—¡Auch! —se quejó Tanjiro cayendo de rodillas al suelo.
—¡Tanjiro! Lo-lo siento mucho, ha sido un impulso... —dijo Muichiro arrodillándose a su altura para ver si estaba bien—. ¿Te duele mucho? —preguntó preocupado.
—N-no te preocupes, Tokito-kun... ha sido mi culpa, no debí asustarte... y no te preocupes, no me duele, aunque tienes bastante fuerza para tener unos brazos tan pequeños y delgados —dijo con una sonrisa levantándose del suelo.
—Ah... gracias, y lo siento, de nuevo —dijo algo avergonzado, con la mirada desviada y las mejillas rojas.
—No importa... y por cierto, Tokito-kun...
—¿Sí? ¿Qué ocurre? —preguntó al haberle llamado el peli burdeos.
—Yo sí te quiero...
—¿Eh?... —dijo con el rostro totalmente enrojecido mientras Kamado reía dulcemente.
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